No logro definir tu estatura, enmudezco ante tu sabiduría, esa que has cultivado a través de los años, que arropas con el mucho amor que siempre tienes para brindar No alcanzo la palabra oportuna que te califique, porque tu condición es superior a toda prueba de esas que impone la vida, tu especialidad, no se estudia, tu presencia es tan necesaria como el aire y el agua, como la luz. Y es que madre es vocablo perfecto, inspiración y dicha, bondad, desvelo, arrojo, pasión, es también sufrimiento, tristeza, alegría, voluntad. Aunque el segundo domingo de mayo, el almanaque marca tu día, eres merecedora de todos, porque para ti el homenaje ha de ser la constancia en la gratitud, el reconocimiento que desde la simplicidad de un día común no te ocasione sufrimiento o pena. Saberte presente es uno de los mayores privilegios, es deuda infinita porque a tu sobrado empeño por empinarnos en cualquier etapa de la vida, se suma el amor desmedido que socorre, alivia dolores, atenúa una preocupación, comparte una desilusión o fracaso y siempre está ahí presto a salvar espacios y avivar la alegría. Las que ya no están, dejaron a la posteridad una huella de legítima ternura, esa que hace visible el dolor por ese viaje sin regreso pero también el mucho amor que nunca termina. Hay mucho que decir este y todos los días a personas tan especiales, merecedoras cada amanecer del homenaje de toda la vida.