Cuando este veintinueve de mayo los tabacaleros celebran en toda Cuba, el día del sector con grandes satisfacciones y nuevos retos, sé que no faltará en cada sitio un momento de homenaje y reconocimiento a quien fuera la fuerza inspiradora de los tabaqueros en sus momentos más difíciles.
Lázaro Peña traía desde la infancia los componentes esenciales del líder necesario para conducir a los obreros del tabaco por los caminos de los derechos más justos de su clase y no los defraudó a pesar de lo adverso de su tiempo.
La herencia tabaquera le llegó a través de su madre, que se desempeñaba como despalilladora para sustentar a la familia tras la muerte del esposo, quien fuera carpintero y albañil.
Desde la niñez soportó Lázaro los embates de la pobreza, agravada por el color de su piel, que también le cerraba puertas en una sociedad despiadada, causa por la que debió desistir de su escuela y sus aspiraciones de violinista para seguir la ruta materna y sin más alternativas renunciar también a su niñez, para ganar el pan.
Así empezó a crecer desde temprano la extirpe del revolucionario, a la postre conocido por los tabaqueros cubanos, enfrentado a los males que padeció en carne propia, escuela suficiente para decidir de qué lado estaba su deber y ser fiel a la causa hasta el fin de sus días, en lo más alto del espíritu incansable de la clase obrera.
Este 29 de mayo los tabaqueros cubanos viven una realidad distinta lejos de aquella donde Lázaro comenzó su batallar.
Hoy los trabajadores del sector se empeñan en la producción, para contribuir con su esfuerzo al desarrollo de una nación que no descansa,para preservar como tesoro las conquistas alcanzadas con la consagración de todos los que como Lázaro Peña lo dieron todo para que los tabaqueros puedan celebrar con orgullo su día junto al natalicio del luchador incansable y ejemplar.