Las sanciones a Rusia y el impacto en América Latina y el Caribe

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La situación generada con la acción militar especial desplegada por Rusia sobre Ucrania agravó las sanciones que EEUU y otros países asociados venían aplicando a la Federación Rusa desde el 2014. Son sanciones con impacto en el sistema mundial y como tal, involucra al conjunto de las relaciones internacionales, entre otros, a la región latinoamericana y caribeña.

En tiempos de globalización no puede pensarse en limitar los impactos en limitadas geografías o al interior de fronteras nacionales. Los efectos se extienden sobre el conjunto de las relaciones de producción a escala planetaria.

No constituyen una novedad las sanciones aplicadas en estos días, que intentan cercar a Rusia para doblegarla en su intento de incentivar su papel en la disputa del orden económico mundial del capitalismo contemporáneo.

El tema es interesante, ya que el gigante euroasiático tiene larga historia y presencia en la construcción de la civilización y en especial, sus relaciones con América Latina y el Caribe.

Un estudio sobre los vínculos y perspectivas de la región latinoamericana y caribeña con Rusia, editado en 2018 por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO, señala:

Las relaciones diplomáticas oficiales con Brasil comenzaron en 1828, con Uruguay en 1857, con Argentina en 1885, con México en 1890.

“Rusia está obligada a ocupar un lugar digno en la división internacional del trabajo, no solamente en calidad de vendedor de materia prima y recursos energéticos, sino también como poseedor de tecnologías avanzadas en el proceso de permanente innovación, como mínimo en algunos sectores”

“Putin enumera en este contexto: la química de alta tecnología, la farmacéutica, materiales compuestos y no metálicos, la industria de la aviación, tecnologías de información y comunicación, y nanotecnologías.

En esta fila están también la energía atómica, el termoeléctrico; esferas donde el país mantiene su competitividad a pesar de las pérdidas de los años noventa.”

“Frente a las sanciones por parte del Occidente colectivo, Rusia tomó medidas defensivas que incluyeron limitaciones equivalentes de importación desde los países participantes de sanciones antirrusas y medidas de sustitución de importaciones, en parte desarrollando producción propia, en parte reemplazando suministros foráneos al mercado ruso por otras fuentes. Es sintomático que una serie de agroexportadores de Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay en esta situación fueran capaces de sacar provecho de magnitud considerable.”

Por eso no sorprende el involucramiento de Rusia en los BRICS, el acrónimo que involucra a países emergentes a comienzos del Siglo XXI, Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Son países “emergentes”, en tanto receptores de inversiones externas, especialmente por la inmensa población con disposición a la venta de la fuerza de trabajo a bajos precios internacionales.

El más grande país de la región latinoamericana y caribeña, por su producción y población, resulta importante animador de la propuesta, más allá de la materialidad actual del proyecto articulador para actuar en la producción y circulación mundial de bienes y servicios.

De hecho, Brasil es el mayor socio comercial de Rusia en la región, y allí debe encontrarse las declaraciones de relativa “neutralidad” de Jair Bolsonaro sobre los acontecimientos en Ucrania, e incluso su reciente y cordial visita a Moscú.

Las restricciones bancarias pretenden aislar a Rusia, dificultando la expansión de las relaciones comerciales, económicas, financieras, con todos los países del mundo, que en la región impactan en primer lugar a los comentados vínculos con Cuba, Venezuela o Nicaragua, pero también con Brasil, México o Argentina.

En tiempos de internacionalización de la producción y transnacionalización del capital, la libre circulación de capitales resulta funcional a la lógica de acumulación capitalista estimulada por la revolución científico tecnológica, la difusión de internet, la inteligencia artificial, la robótica y la digitalización.

En términos generales, las sanciones tienen impacto en la aceleración de los precios internacionales, especialmente en alimentos y energía, que aun mejorando el balance comercial de algunos de los países latinoamericanos y caribeños exportadores de unos u otros de esos commodities, la realidad es la dependencia de esas importaciones de buena parte de la región, contribuyendo a un balance negativo para el conjunto de los países.

Las sanciones afectan a Rusia, también a los Estados sancionadores, no solo impactados por el alza inflacionaria, sino por la obstaculización de procesos productivos y de circulación, base del ideario de la globalización de este último medio siglo, la liberalización económica. Pero muy especialmente afecta a nuestros países que pretenden diversificar sus relaciones internacionales para restar capacidad de dependencia y subordinación a la potencia hegemónica, que en su desesperación contribuye a un mayor desorden global, incluso de la lógica liberalizadora instalada desde el poder de Washington.

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