Pienso ahora en el retrato que le hizo a Fidel en su cumpleaños 70 el pintor ecuatoriano Oswaldo Wayasamín, amigo de Cuba. Se trata de una pintura que ha dado la vuelta al mundo para diseminar desde la visión del también muralista y escultor, el humanismo extraordinario del líder de la Revolución cubana.
Dicen que mientras Wayasamín dibujaba sus manos, Fidel le dijo:
“¡Pero, Oswaldo, esas manos que me estás pintando están muy flacas y muy pálidas!”. Y este le contestó: “¿Pero es que no entiendes, Fidel? Estas no son manos, ¿no te das cuenta?, son palomas, son puras palomas….”
Cuanta precisión del artista en esa imagen que ahora retorna para cobijar y consolar a los agradecidos, esos que hoy le acompañan, y son tantos como lo fueron las buenas obras que legó.
Me decía una maestra negra, humilde y sabia de San José de las Lajas, como tantas que fecundó la Revolución en este medio siglo: “No puedo dejar de ver la televisión, cuántos recuerdos, cuántas historias, cuánto amor….”
Y ciertamente, no ha parado de llover en la memoria y este aguacero empapa los ojos y el corazón como si quisiera devolver los latidos al pecho de nuestro Fidel.
Avanza la caravana de donde crecen sus manos palomas. Avanza y recorre los mismos sitios donde él trocó lo sucio en oro. Su pueblo está apostado en el camino de la historia para arrullarlo y entonarle esta canción: ¡Hasta siempre Fidel!