El respirar, sonreír, caminar, el tener hijos y disfrutar del mundo que nos rodea es un regalo, así me comento Hilda una anciana de 80 años, que a pesar de su avanzada edad disfruta a plenitud su existencia.
Con sus seis hijos, más de doce nietos y tres bisnietos, ella siente que poder compartir con toda su familia es una bendición.
Al escuchar las reflexiones de esta longeva, no cabe dudas que algunos seres humanos pierden gran parte de su tiempo en alimentar sentimientos como la envidia, la violencia, la avaricia, el egoísmo, la venganza, la superioridad, la soberbia y pierden la oportunidad de disfrutar.
En mi opinión los sentimientos negativos pueden hacer mucho daño, ya que quienes lo experimentan pierden tiempo y energía en asuntos que nada aportan; tal es el caso de las personas envidiosas, empeñadas en desear lo ajeno a cualquier costo, sin tomar en cuenta que de su propio esfuerzo y buenas intenciones puede surgir el logro.
Algunos andan por la vida con la ofensa a punta de labios, y sin el menor pudo lastiman a sus semejantes, los hay que lo entienden y hasta sienten culpa, pero les cuesta reconocerlo ante quien han ofendido; el ser humano no debería dudar en pedir perdón u ofrecer una disculpa por herir a otra persona, con intención o sin ella.
Al hablar con Hilda, una octogenaria que alimenta a diario su espíritu con la perspectiva de ser feliz conocí que para ella la primera lección es despojarse de la negatividad, nada de envidia, ni de egoísmo, ni de sentimientos malos, como bien dice, lo importante es hacer el bien y hacer mucho por la familia, eso es un valioso tesoro que hay que saber cuidar.
Es cierto que existen personas con miedo a ser felices y este sentimiento los lleva a hacer malas deducciones y errar en algunas decisiones.
Es imposible que se recompense una vida llena de sufrimiento gratuito, por eso es mejor luchar por la felicidad y como Hilda, disfrutar de los regalos que da la vida, que al paso de los años son esos recuerdos que valen la pena conservar.