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La historia de un pueblo duerme en los museos presta a despertar en cada amanecer. El hombre descubre sus antepasados, y la gloria de los días cuando la memoria muestra las huellas imperecederas del tiempo. Este sentimiento se hace realidad en el Museo Municipal de Madruga.
El Museo Municipal de Madruga, sitio que según los conocedores perteneció a la familia O’Farril, se caracteriza por ser el único conservado de toda la comarca. Siete salas, entre ellas, de ambientación, historia y una de exposiciones transitorias revelan la riqueza material y espiritual que ahí se respira.
Desde su fundación como Museo Municipal en 1982, exhibe piezas de gran valor patrimonial. Allí sobresalen lámparas hechas con cristal de roca, jarrón chino de la dinastía Ming y porcelana de Baviera de inicios del siglo veinte.
También atraen al visitante obras de Fidelio Ponce de León, Servando Cabrera, Romañach y José María Bolaño, abuelo materno de Cintio Vitier.
Todo en este lugar es de lujo. A su entrada, un juego de sala estilo Luis XVI y un espacio dedicado al maestro José Urfé, con un merecido homenaje por la exclusividad de su música.
El recorrido por este mágico lugar nos conduce a una de las salas donde se muestra un cuadro de Martí hecho por Esteban Valderrama y otro de Concepción Llanes de la autoría de Julio González Ruano. Al fondo de la instalación se conservan placas del Ingenio Averof, inicialmente llamado La Luisa como para recordar la ferviente tradición azucarera.
El Museo Municipal de Madruga fue escuela por más de 50 años. En sus salas aún se advierte el caudal de conocimientos y la semilla que germina desde la instrucción.
Quien visite este pueblo, tal vez común, no puede despedirse sin recorrer visualmente la mayor fortuna de la villa: su Museo Municipal.