En el refranero popular destaca un proverbio que dice “hablando la gente se entiende” para destacar la necesidad de la comunicación.
Y ciertamente la relación interpersonal es un eslabón fundamental para el buen funcionamiento de la familia y de la sociedad, de ahí que tengamos que reflexionar sobre el tema para vivir mejor.
En estos tiempos turbulentos donde cada minuto cuenta, algunas personas en su diario accionar, no reparan en la presencia de otros que tienen a su alrededor y que también requieren de su atención.
Porque no todo es cumplir con el trabajo o buscar el dinero que sustenta la vida, también es imprescindible mantener de forma armónica la relación con la pareja, con los hijos, los amigos y los compañeros de trabajo.
El silencio puede conspirar severamente con la buena relación entre parejas, por eso es necesario conversar sobre las preocupaciones que se tienen acerca de la convivencia diaria y también, por qué no, pueden surgir discusiones fraternales sobre algún aspecto que encierre contradicciones, especialmente en el orden doméstico y familiar.
Lograr que todos colaboren con las tareas de la casa, que haya respeto con las pertenencias individuales de cada miembro del núcleo familiar, está en dependencia de la comunicación interpersonal.
En el caso del acercamiento a los hijos, cuando ya son jovencitos, se aprecia a menudo la falta de complicidad entre padres y adolescentes, en un momento en que es imprescindible este contacto, si tenemos en cuenta las innumerables inquietudes que se tienen en esta etapa de la vida, cuando se inician las relaciones sexuales, cuando se debe tomar una decisión sobre el futuro profesional o sencillamente porque ellos deciden abandonar el hogar.
Es ahí donde juega un importante rol el consejo de la familia para ayudarlos a escoger o decidir. La conversación se torna necesaria y útil, si existe comprensión y nunca palabras ofensivas que puedan herir o dañar los sentimientos.
Por otro lado, en el centro laboral, la comunicación interpersonal ayuda al colectivo. Saber escuchar, respetar las opiniones de los demás, no imponer criterios, tratar a cada cual con cortesía y amabilidad, son aspectos imprescindibles para que haya un ambiente de fraternidad y compañerismo.
Por último, les recuerdo que la cortesía facilita las relaciones humanas, las hace más flexibles, las humaniza, evita fricciones inútiles. Cortesía y buenas maneras contribuyen a mejorar la calidad de vida. Todo esto favorece en gran medida a la conservación de la paz, a la armonía entre las personas y hace más agradable la convivencia.