La caída del Padre: un antes y un después

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Solo dos noches antes, al héroe se le aparece en sueños la esposa muerta. Parecía vivir Céspedes una boda impuesta, con una mujer a la que jamás logró definirle el rostro, acompañada de otra más bien misteriosa, imposible de precisar. El hombre del ingenio Demajagua se postró de rodillas ante su difunta Carmela, y al instante despertó.

Volver a la realidad le prodigó alivio, pero anotó la visita de aquella aparición, aunque nunca estuvo seguro si lo era o no. Como todo gran hombre, Carlos Manuel era de evidentes presentimientos. Vio su propia muerte y se dispuso a consignarla. Entre sus compañeros de ruta levantó cabeza la serpiente.

Era inmenso su orgullo, altísima la dignidad, para que aquel grupito golpista en Bijagual consintiera en perdonárselo. Siempre un coloso moral, se quejaba de las humillaciones constantes del Marqués de Santa Lucía. Quería salir al exterior del país, pero la nueva administración de Salvador Cisneros Betancourt le retardaba el pasaporte para el extranjero con algún fin siniestro. Céspedes intuía un plan de muerte.

Indigna la bajeza de sus adversarios, y duele muchísimo el estoicismo del Padre. Alguna mano se apresuró a anotar como anexo del Diario del depuesto presidente, que el práctico de la tropa española que le dio muerte en San Lorenzo, en la Sierra Maestra, había sido un hombre esclavizado en la servidumbre del Marqués. En los apuntes del prócer, se cuenta de una guardia de prevención, inútil y mal armada. Aquel día ni los vigías ni nadie advirtió el peligro, ni hizo nada para evitar la tragedia.

Ni siquiera debía de estar a aquella hora en el lugar. Y en el último minuto, ordenó desensillar los caballos. Andaba generalmente acompañado, pero el 27 de febrero de 1874 se quedó misteriosamente solo. Durante largo tiempo calló reservas sobre sus enemigos personales, y ese mismo día, momentos antes de caer, escribió todo lo que guardaba entre pecho y espalda por lo que importar pueda en lo adelante.

Quienes lo depusieron y que criminalmente lo empujaron a la muerte, no alcanzaron a ver una paradoja tremenda: era Céspedes el único con autoridad moral para detener el brazo de la venganza, que les asestaría un golpe demoledor en Lagunas de Varona. Hay varios cataclismos en la historia de Cuba. Aquel día aconteció uno de ellos. La caída del Padre supuso un antes y un después en aquella gloriosa gesta de 10 años.

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