Soy de las personas que recurre a José Martí no solo en enero o mayo, cuando la historia abriga su aparición y despedida de este mundo, recurro a él con la fidelidad dela alumna que nunca olvida a su primer maestro, esa persona que le extendió la mano para hacerle partícipe del saber.
Hoy quiero desde la sabia martiana comentar sobre la amistad, a la cual el más universal de los cubanos dedicó reflexiones y conceptos que desde el lirismo poético se hospedaron en sus artículos y versos, en cartas que llegan a nuestros días como símbolos de infinito amor y respeto.
Martí, desde edad temprana vislumbró la inmensidad de la amistad y desde entonces se inspiró en ella para defenderla y cultivarla, para esparcir ese mensaje que clama porque perduren los amigos para siempre.
La amistad, como dijera Martí, es tan hermosa como el amor: “es el amor mismo”; y realmente quien tiene amigos ama, porque en ellos encontrará siempre el refugio a inquietudes, la escucha a preocupaciones y la voluntad de estar presentes en los mejores y menos buenos momentos de la vida.
Mientras algunos insisten en perpetuar el valor de la amistad, unos opinan que su esencia se ha extinguido, que en ocasiones se eligen amigos por los beneficios que estos propician, por lo que prima el interés y por ende, lazos endebles, sustentado por la banalidad.
Elegir amigos, es crear una propia familia para todos los tiempos, es aceptar, discrepar cuando sea necesario, es respetar espacios, considerar, es estar siempre presto a decir aquí estoy para lo que necesario sea.
La amistad es un valor universal de ética y moral, es confianza, lealtad, es saber que una puede contar con alguien muy especial, no importa cuán cercano o distante esté porque siempre acortará océanos y tiempo para acudir al llamado.
La amistad, desde mi mirada es un tesoro que no todos saben buscar y mantener, que quizás algunos consideren esté en decadencia y hoy cualquiera utilice con ligereza la palabra amiga o amigo, sin haber medido desde el corazón de qué están hablando realmente.
Martí sostuvo una hermosa relación de amistad con Fermín Valdés Domínguez, a quien consideró su hermano del alma, valiosa amistad fortalecida por el amor a la Patria.
Juntos editaron el periódico “El Diablo Cojuelo”. Enfrentaron a temprana edad el tribunal colonial y la prisión. Para Martí la amistad con Fermín era como “almohada cierta que ha salvado innumerables pruebas”.
También el mexicano Manuel Mercado fue un gran amigo del apóstol; intensa la amistad que les unió a lo largo de varios lustros, manifiesta en el extenso epistolario intercambiado durante dieciocho años, con un total de 141 cartas, reflejo de confianza que atestiguan fue su “hermano queridísimo”.
La amistad siempre será mucho más, pobres de aquellos que pasen por la vida sin abrazar esa hermosa experiencia, como dijera Martí: “No se pueden hacer grandes cosas sin grandes amigos.”
José Martí