Han transcurrido tantos años y aunque el tiempo en su andar unidireccional no nos permite el retorno, mi memoria afectiva aferrada a los datos que recogen ciertos apuntes y algunas vivencias que me contaron de niña los ancianos, al llegar calle 54 esquina 43 número 166, frente al inmueble que ocupa hoy la biblioteca municipal Hugo Rivero Álamo de San José de las Lajas, creo escuchar a los vendedores de periódicos, convocando la compra de la Voz Lajera.
Me remonto así de forma imaginaria al año 1910, cuando esta publicación local recogía en sus páginas las divergencias existentes entre la sociedades: “ Nuestra señora de los Dolores” (para negros) y “La Unión obrera campesina“, (para blancos pobres) ambas agrupaciones por determinación de las autoridades de esta villa terminaron en una sociedad común: “La Unión“.
Es entonces que regreso la mirada hacia la vivienda hoy ocupada por libros y diestras hacedoras del arte bibliográfico, transformándola en aquella antigua casona decorada con vitrales y ornamentos de la época, y el resplandeciente jardín poblado por jazmines y ramitos de no me olvides, donde negros y blancos hablaban acerca de distanciamientos de criterio, disparidad en ideas, antagonismos de voluntades, diferencias de sentimientos y discrepancia de acción.
Y es tanto mi interés por el pasado que hasta percibo el olor de las flores, mezclado con el sudor de los idólatras de la señora de los Dolores, la cual indolente aunque santificada, jamás escuchó sus súplicas, los negros continuaban discriminados como en la época de la colonia, sumidos en la desesperanza de la neorepública.
En medio de mi delirio retrospectivo doy la bienvenida a Juan Gualberto Gómez, el periodista, el amigo entrañable de José Martí, quien en cierta ocasión visitara la instalación con el fin de aunar esfuerzos para poyar la causa independentista, liderada por el Partido Revolucionario Cubano.
Lo veo con bríos de quien conoce el genuino significado de libertad, le tiendo mi mano blanca que al contrastar con su tez anochecida, aviva el término transculturación y escucho así a Nicolás Guillén, nuestro poeta nacional declamando el poema de Los dos abuelos / mi abuelo negro / mi abuelo blanco / sombras que solo yo veo / me escoltan mis dos abuelos.
Las sonrisas invaden mi rostro al parecerme escuchar al vendedor de billetes que ya propone de antemano el número que será premiado, el Sol que ya comienza a calentar mis mejillas me hace despertar de aquel ensueño colocándome nuevamente frente a la biblioteca municipal , donde blancos y negros hallan saberes por igual dejan muy lejos esta vieja historia