¿Grito de Yara?

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Usualmente se define Grito de Yara al inicio de la epopeya cubana el 10 de octubre de 1868. El dato se halla en la memoria colectiva y en numerosos libros, pero constituye un error histórico. Los sucesos de ese día se verificaron realmente en el ingenio Demajagua. (Por cierto, en la documentación de la época se consigna literalmente así, Demajagua, sin el artículo La, con el cual se encuentra en los textos.) Carlos Manuel de Céspedes liberó la dotación de su propiedad (53 esclavos, según las fuentes), y se puso al frente del movimiento.

Allí se proclamó la independencia de la patria con la exclamación repetida de “¡Viva Cuba libre!” Para todos los tiempos trascendió el importantísimo manifiesto, suscrito por una junta honorable de 36 patriotas. Céspedes asumió el cargo de Capitán General (título que luego suscitaría suspicacias entre los camagüeyanos), y nombró Teniente General a Bartolomé Masó y brigadieres a Juan Hall y Manuel Calvar (Titá).

 En el ingenio Demajagua se levantó un pabellón tricolor que, en virtud de la ayuda prometida por el gobierno de Chile, se concibió con la misma estructura pero con los colores intercambiados de la bandera del país sudamericano.

Hasta donde se ha podido precisar, en Yara, a unos 24 kilómetros al este del sitio exacto del pronunciamiento, no ocurrió nada verdaderamente relevante el 10 de octubre de 1868. Tal vez el destino le estaba deparando un hecho de repercusión internacional: el combate con el que los cubanos anunciarían al mundo el nacimiento de un nuevo pueblo. Siempre se ha afirmado que fue la primera acción bélica de los insurrectos, pero tampoco el apunte es exacto.

En el monte ya estaban las partidas alzadas en espera del alzamiento el 14 de octubre, acordado en El Mijial el día cuatro, y refrendado por Céspedes el seis en El Rosario. Un telegrama del Capitán General español Francisco Lersundi, interceptado por Ismael Céspedes, telegrafista de Bayamo, obligaría a adelantarlo todo. (De paso, el historiador cubano José Abreu Cardet, asegura haber encontrado todos los mensajes cruzados por aquellos días, y por lo menos ese jamás apareció.) Céspedes cursó una comunicación recabando apoyo en la nueva coyuntura a su hermano Pedro María (fusilado en noviembre de 1873 tras la captura de la expedición del Virginius), quien se encontraba con su familia y unos 400 hombres en la hacienda de La Caridad de Macaca.   

Y en horas del mediodía del nueve de octubre, es decir, en la víspera del Grito en Demajagua, los insurrectos al mando de Pedro María entablaron combate contra la guarnición militar de Vicana Abajo. Y vencieron. La profesora Adolfina Cossío Esturo escribió hace más de 40 años un libro publicado por la Editorial Oriente con detalles de esa página para tantos desconocida. Ella misma era descendiente de la estirpe Céspedes y siempre estuvo muy interesada en socializar aquella investigación con escaso eco en los manuales docentes al uso.

Yara, donde la tradición fija el suplicio del cacique Hatuey el dos de febrero de 1512, permaneció apacible en las dos primeras jornadas del estallido revolucionario. Fue el día 11 cuando Céspedes y los suyos marcharon rumbo al pueblo. Las sagas aseguran que hicieron dos paradas: una corta en el ingenio San Francisco y otra más distendida en la hacienda Palmas Altas donde almorzaron.

 La doctora Hortensia Pichardo significaba siempre que Céspedes, sabedor de que Yara no constituía una plaza militar, intimó a la rendición al capitán pedáneo Tomás Riera. El hombre –decía ella—le respondió que allí tenía dos o tres hombres, con los cuales la defensa era imposible. Pero en el ínterin, arribó a Yara una columna de más de cien números, que bien desplegada, dispersó a la bisoña tropa cubana con un fuego cerradísimo.

Allí murió el primer soldado cubano, Fernando Guardia Céspedes, y el primer español, de apellido Aguilera. Junto a Céspedes quedaron solamente once hombres. Otra vez concurrían los doce como en la Última Cena de Jesús. Para muchos, se trata de los inevitables colores de la leyenda. Pero la misma Hortensia Pichardo aseguraba que Céspedes se habría encargado de precisar el dato ante la historia. Alguien, desmoralizado por la inesperada derrota, expresó que todo se había perdido. Céspedes, que según ella no era de alta estatura, se irguió en los estribos de su caballo y expresó para cualquier tiempo posible: “¡Aún quedamos 12 hombres, bastan para hacer la independencia de Cuba!”

La noticia del choque debió de saturar los cables telegráficos del archipiélago. Vicente García, por ejemplo, siempre dijo que se enteró en una reunión del consistorio municipal de Las Tunas, a la que había sido invitado. Ciertas fuentes sostienen que las autoridades españolas le pidieron a él mismo algunas sugerencias para fortalecer la defensa de la plaza. ¡Al mismo hombre que la asaltaría al frente de una tropa solamente dos días después! Y Yara fue entonces la gran noticia que registraba otro parto de prodigio.

José Martí escribió el formidable artículo “O Yara o Madrid”. Otros títulos denotan el nombre de la comarca: Desde Yara hasta el Zanjón, de Enrique Collazo, y La Revolución de Yara, de Fernando Figueredo Socarrás. Es famoso el himno que dice “Desde Yara hasta la Sierra, camino de lucha impar”. Durante muchísimos años, existió el mito de la Luz de Yara, con amplia resonancia de anécdotas hasta nuestros días. Allí se conoció el amanecer de una gesta que remonta heroicamente los límites de tres siglos, pero resulta impropio seguir denominando Grito de Yara a los sucesos del 10 de octubre en el ingenio Demajagua.

Hipervínculo

 La Demajagua: https://www.ecured.cu/La_Demajagua

Carlos Manuel de Céspedes: https://www.ecured.cu/Carlos_Manuel_de_C%C3%A9spedes

 

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