Siempre que converso con Generosa Alfonso Hernández, una lajera de 91 años de edad, recuerdo el relato de “Francisca y la muerte” escrito por Onelio Jorge Cardoso. Francisca es un personaje que su autor describe extremadamente laborioso, que no deja espacio a la Parca para poner fin a sus días a fuerza de entrega y constancia.
Esta anciana dadivosa fundadora de la Federación de Mujeres Cubanas comparte gustosa sus vivencias con las jóvenes; es así que se le puede escuchar narrando vivencias como aquella que cuando aprendió a leer y a escribir gracias a la Campaña de Alfabetización, o de cuando colaba café con una tetera para los rebeldes del lomerío, afirmando que el aromático sorbo sabia aún más fuerte porque revelaba el valor de quienes luchaban por una Cuba soberana
Madre de siete hijos, cinco varones y dos hembras que crío desde sus entrañas con mucho sacrificio pero también con inmenso amor. La pobreza dejó huellas que no olvida, como las ropitas que confeccionaba a sus hijos con la tela de sacos de harina de pan, o el desayuno con agua y azúcar allá por la década de los treinta y los cuarenta.
Cuando refiere esos pasajes de su vida la voz se torna angustiosa y las pupilas intensas: aquellos si fueron años muy difíciles pero estábamos tan unidos que la familia se sabía reguardada.
Recordar ese tiempo es como acudir a un viaje hasta un sitio muy lejano del cual regresa con la satisfacción de una realidad diferente. Generosa, contempla a quienes la escuchan y devuelve gratitud el presente que la sabe una nonagenaria feliz.
Conversar con ella siempre deviene consejo, es de esas personas que no solo regala la experiencia del mucho tiempo vivido, sino que aconseja, alerta, estimula a ser mejores: ustedes deben hacer igual enseñar a que la familia se quiera, se respete, que todos sean uno solo. Hay que cuidar mucho todo o que se ha logrado.
Componer décimas es algo que realiza con destreza y buen gusto, por sus versos de arte mayor desfilan mujeres y hombres de campo , surcos plantados de tabaco, árboles frondosos y hasta una más que otra historia amorosa inspirada en quien fuera su esposo por más de cinco décadas: José Lago Álamo.
Las asambleas de rendición de cuentas del delegado del Poder Popular sabe de sus aportes, ella es de las que propones soluciones a dificultades que pueden ser resuelta con el apoyo comunitario. También su casa a estado a disposición de las elecciones transformándola en un colegio electoral.
Esta mujer legendaria, martiana de corazón este 28 de enero declamará versos del apóstol como es su costumbre, los colocará en el pentagrama con la ayuda de la espinela y dispondrá su voz como soporte para la melodía acompañada por acordes de guitarra.
Aunque su nombre hace galas a su generosidad, sus vecinos la llaman Rosa; tal vez porque es ella de esas personas que desde su corazón transmite fragancia, aliento para hacer más agradable la vida. Cuando recorro la historia de esta lajera, se me hace latente René Méndez Capote y su novela “Una cubanita que nació con el siglo “porque aunque Generosa – Rosa naciera algo menos que con el siglo, guarda páginas, porque ella también es historia.