El callejón del Muro en Santiago de Cuba se estremece. No puede olvidar un trozo de historia impregnado en cada espacio de ese sitio. Fue testigo de un hecho horrendo. Desde el silencio recuerda aquel pesaroso 30 de julio de 1957 en que el odio de la soldadesca batistiana arrebató la vida de un joven guerrero: Frank País García.
Tenía 22 años, pero tanto coraje y decoro, tanta pasión y compromiso, tanta inteligencia e integridad se unían en el joven revolucionario, que era como el Sol, con mucha luz para cada día.
Su vocación por el magisterio quedó en reposo tras la voluntad de hacerse a la lucha por la libertad, fue el más cabal de los combatientes, intrépido y leal.
Su paso por la historia abriga la organización del levantamiento del 30 de noviembre para facilitar el desembarco del Granma, el apoyo a la guerrilla en la Sierra Maestra y la jefatura de Acción y Sabotaje en el Movimiento 26 de julio, entre otras responsabilidades.
Lo sorprendió el amor, y supo de ese sentimiento sublime, de esa fuerza que sobrepasa riesgos y desafíos.Emergió ante su tierra natal como líder a toda prueba, como faro y guía que iluminó el destino de aquella ciudad heroica.
Su muerte, vil asesinato, pleno de cobardía y crueldad, estremeció a toda Cuba y arropó de rebeldía a la ciudad indómita que se rsistía a perder a otro de sus hijos.
Imposible callar a un pueblo que llevó sobre sus hombros hasta el lecho final a un hijo héroe. El silencio devino himno mambí en terreno siempre insurrecto.
Le habían arrebatado la vida a Frank País García, un joven con los sueños libertarios atados al alma, con el decoro esculpido en las entrañas, con la luz que ha hecho caminos hasta nuestros días.
A ese tiempo de horror no queremos volver. No a la injusticia que apañó el crimen y la muerte.
El ejemplo de aquel joven de valentía infinita habita en las nuevas generaciones de cubanas y cubanos que defienden la justicia, la paz y el amor. Sus sueños son la realidad del presente y futuro de Cuba y la esperanza aun de millones de seres humanos en el planeta.