Fidel, hospedado perpetuo en la vida

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Mi vecina tocó a mi puerta tarde en la noche en un puro sollozo. Aun cuando había visto a Raúl dar la noticia en la televisión nacional, no podía creer que Fidel había muerto. 

¿Muerto dije? Es que ni yo misma me lo creo. Fidel es de esas personas que nacieron con hospedaje perpetuo en la vida. Su impronta habita en cada espacio de Cuba y en diversos lugares del mundo. 

Fidel es uno solo. Para hablar del líder de la Revolución Cubana, basta solo su nombre, así de sencillo puede figurar en titulares y es noticia. 

Me descubro sin reconcilio con el pretérito, para el presente y futuro afloran las palabras no sucede lo mismo con el pasado y es que aun cuando es tan natural la muerte, me resisto a repetir murió, vivió, o fue. 

Es cierto que ya no le veíamos como antes, que no sentíamos la sorpresa de verlo aparecer en una fábrica, una institución científica o en los últimos congresos de la UPEC, pero de alguna manera sabíamos que estaba ahí, como fértil abrigo para todos sus hijos, un pueblo inmenso que le llamó Fidel o Comandante. 

Hace algún tiempo, cuando su ausencia comenzó a hacerse intensa, algunos vaticinaron su muerte, pero él aparecía como amparo a nuestras preocupaciones, como látigo para quienes le presagiaban el fin de su vida. 

Por eso esta vez, me resisto a creer que ya no estará, no tiene derecho a morir quien tanto a abonado el curso de la historia con decoro y humanismo. 

Es extraño decir que ha muerto quien ya ha tatuado la historia con su impronta; comprendo las lágrimas de mi vecina, y la de muchos que me llamaron para conformar la noticia, comprendo entonces que vivirá en la medida que respetemos su legado y pactemos con la unidad y el amor para seguir haciendo caminos.

 

 

 

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