Conoció muy de cerca el mundo del trabajo, desde la percepción siempre sensible de la mujer. Unió su existencia a un hombre vinculado al partido de los comunistas cubanos. Vivió la intensidad de la lucha contra la tiranía batistiana, la alegría del triunfo, la tarea complicada de cultivar la utopía en la dura realidad de una trinchera.
Pero la vida de Fe del Valle Ramos, fallecida el 13 de abril de 1961 en el atentado terrorista contra la tienda El Encanto, aparece demasiado fragmentada, plagada de lugares comunes. Sobre su trágica muerte aquella noche terrible entre las llamas, también existe más de una versión.
Una de ellas apunta a que se encontraba en tareas de salvamento de compañeros de trabajo. Tras la rápida propagación del fuego, los empleados ya en la calle, junto al pueblo, trataron inútilmente de sofocarlo. ¿Habría entonces mostrado inquietud por la ausencia eventual de alguno de sus compañeros en aquel dramático momento? ¿Lo habría comentado con alguien? Es posible.
Existe otra, la más difundida, que subraya su preocupación por el dinero recaudado, por los fondos de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) destinados a un círculo infantil en proyecto para los hijos de las trabajadoras de El Encanto. Incluso, se conoce el testimonio de una compañera suya, a quien le fue imposible persuadirla de que no se expusiera al peligro.
Sería realmente muy difícil dilucidar el cúmulo de ideas de la valerosa mujer, en el minuto doloroso de la destrucción de su centro de trabajo. La tienda ya nacionalizada, era un símbolo del mundo nuevo en ciernes. Pero sí parece clara su decisión de miliciana y de federada. Y entró nuevamente al edificio.
Sobre los últimos minutos de su existencia dentro del inmueble también se ha especulado. O más bien se han expuesto posibles circunstancias. La versión más repetida apunta a que en el instante de bajar, el denso humo le impidió hallar las escaleras. Desaparecida la visibilidad, Fe del Valle Ramos habría quedado literalmente atrapada. Y entre los escombros fue hallado luego su cadáver calcinado.
En torno a los sucesos en El Encanto, existe una página de la que ahora se habla poco. Solamente seis días antes, el 7 de abril, ya había acontecido otro ataque terrorista en el lugar. En la prensa de la época se informa sobre un atentado dinamitero que provocó destrozos de cristales del recinto comercial y de otros de la zona. Incluso se habló de transeúntes heridos.
Tras el incidente, la tienda recibió llamadas anónimas con amenazas de bombas. Alentados ante la creciente agresividad imperial, en el umbral mismo de la invasión mercenaria, los enemigos de la Revolución no demoraron en intentarlo de nuevo. Fe del Valle Ramos estuvo entre aquellos que no vacilaron en enfrentar la escalada de la reacción al servicio del gobierno de los Estados Unidos.
Los trabajadores decidieron entonces organizarse para evitarlo. La extraordinaria mujer se encontraba esa noche en su turno de guardia. En la plantilla de la tienda moraba el traidor. Carlos González Vidal era su nombre. En Miami le han dispensado homenajes como presunta víctima inocente, pero abortada su fuga del país, y arrestado, confesó su crimen en todos sus detalles.
En torno a la vida de Fe del Valle Ramos, hay muchas páginas dispersas que cotejadas por el amor y la sensibilidad literaria, pudieran cristalizar en el hecho necesario del libro. Desde su nacimiento el primero de agosto de 1917 en Remedios, en la actual provincia de Villa Clara, hasta su caída en el golpe terrorista del 13 de abril de 1961 contra El Encanto, hay una saga de inspiración para la obra social y humana de los cubanos.