Estos días son extraños. Llega ese soplido invernal y buscamos abrigos, que antes despojamos del polvo y del olor a guardado pero, estos días se tornan extraños.
Diciembre, siempre nos ha dejado ese sabor de alegría, y así debía ser esta vez.
Por terminar un año muy tenso, marcado por una pandemia que ha azotado al mundo.
Por terminar este año al que no le faltado la esperanza de que lo malo se quede sepultado en un pretérito sin regreso.
Pero anda diciembre con nudos en sus bolsillos, ingratitudes, locuras y odio de unos pocos que insisten en marcar el descalabro.
Me descubro una y otra vez imaginando un mundo con más amor, dispuesto a derrochar ese sentimiento, a propagar el respeto, la razón, la civilidad misma a favor del bien, del entendimiento, de la luz y no de la oscuridad en las ideas que devora y carcome sueños y también la vida.
Estos días son extraños. Desde esta orilla, seguimos pensando en este diciembre con rumbo a 2021, añorando a enero y sus novedades, aún en el cofre de las incógnitas, pero entre tantas anida la esperanza del respiro.
Estos días son extraños. Unos intentando rasgar con saña las entrañas mismas de la tierra madre. Unos plegados al desamor, cual ilotas del mal, esculpiendo agravios, unos confundidos y otros, otros anudando energías para seguir haciendo futuro. Buscando senderos para construir, en ese empeño de edificar, mejorar, perfeccionar.
Diciembre transcurre, sus días son extraños. Una pandemia se ha empeñado en marcar al mundo con su letalidad, otra también prolifera sumida en el desamor, orquestada por quienes no perdonan ni aceptan que somos como somos, no vivimos en una sociedad perfecta, pero sí perfectible.
Dialogar siempre es y será válido desde el respeto, desde la dignidad misma, desde las alas que posibilitan las palabras nítidas.
Nuestra narrativa es hermosa, todas las voces todas pueden ser escuchadas, y de todas a una sola voz enrumbar nuestro camino, en esa pretensión de hacerlo perfectible, en ese anhelo de robustecer el bienestar con todos y para el bien de todos.
Somos Cuba, elegimos nuestro camino y nos empinamos para hacer nuestro país, eso sí, amándolo como a nosotros mismos.