El consenso historiográfico denomina a la Asamblea de Guáimaro, ejemplo de solución política. Como se sabe, transcurrió entre el 10 y el 12 de abril de 1869, sorteando toda clase de diferencias (animadversiones personales, incluidas). Todo lo que allí se discutió, lo que se aprobó y lo que no, los aciertos y hasta los desaciertos, pertenecen a la memoria de un pueblo, patrimonio de millones.
Buena parte de lo que allí aconteció hace 153 años, se registra en los libros de los historiadores cubanos Desiderio Borroto Valdés y Desiderio Borroto Fernández, padre e hijo, formidable signo en el sembrar recuerdo glorioso, generaciones distintas en la fundación de lo cubano, en la necesidad de unirse como entonces en Guáimaro.
Los rostros más visibles de aquel acto eran Céspedes y Agramonte. El Padre concurría en desventaja, después de haber caído Bayamo, y sin que se considerara que Oriente tenía más población, más combatientes, y por consiguiente le correspondía una mayor cantidad de delegados.
Antonio Zambrana habló entonces de la tiranía del número. El término tiranía no era casual ni gratuito. Se le temía a las experiencias dictatoriales latinoamericanas después de la independencia, y se le prodigaba esa suspicacia al Padre del ingenio Demajagua, que había firmado decretos en el Bayamo libre con el título de Capitán General. Por el asunto de la tiranía del número, Oriente fue en minoría y se impusieron los puntos de vista de la Asamblea de Representantes del Centro.
La Constitución redactada por Agramonte y Zambrana, resulta de lo más avanzado en el orden republicano, aunque en tantos puntos parezca tan alejada de las realidades de la guerra. Se creó una Cámara con facultades ejecutivas, y Céspedes, el de mayor edad, fue electo Presidente de la República en Armas, cargo casi nominal, de escaso margen de maniobra.
En Guáimaro se aprobó hace 153 años como enseña nacional la bandera de Narciso López, la de Joaquín de Agüero, la de Armenteros, anexionista en su nacimiento, pero que luego fue lavada con la sangre del heroísmo, incluida la del mismo Céspedes. A pesar de los pesares, con la Constitución de Guáimaro, nació la República de Cuba, donde la independencia contraía un compromiso histórico con la justicia y con la democracia.