No caben dudas que las mascotas forman parte importante de la existencia de muchos seres humanos. Las personas acogen animales de diversos tipos, jicoteas, gatos, cotorras, curieles, palomas, entre muchos otros; incluso en algunos países es frecuente encontrar especies exóticas de las más insospechadas variedades como acompañantes en las comunidades. No obstante, el perro continúa siendo el más popular a la hora de pensar en adoptar un compañero fiel que nos escolte y nos muestre lealtad.
La sabiduría popular los ha denominado el mejor amigo del hombre y tal distinción obedece a la fidelidad, afecto y alegría que nos profesan sin importar de qué raza o linaje procedan. Desafortunadamente no siempre somos recíprocos con la confianza que nos brindan estos animales y no tenemos la capacidad de protegerlos, en un mundo donde el ser humano gobierna y controla gran parte de lo que sucede en su entorno.
¿Alguna vez nos detenemos a observar el creciente número de perros errantes que luchan por sobrevivir en nuestras calles? ¿Hemos pensado cómo contribuir a suprimir o al menos mitigar esta situación? Creo que no.
Los que pasamos los 35 años crecimos disfrutando de las aventuras de London el perro vagabundo o Rin Tin Tin y la brigada canina. Series que trasmitían valores y mensajes de amor, que nos mostraban el heroísmo de estos seres peludos de cuatro patas y la necesidad de cuidarlos y quererlos.
Reflexionemos sobre el tema y entendamos que el principal legado que precisan nuestras futuras generaciones es el respeto por la naturaleza y los seres vivos que la habitan, seamos conscientes que esta es una tarea de todos. No se necesitan ilimitados recursos económicos, ni cuentas bancarias millonarias, basta con evocar la sensibilidad en nuestro interior.
Ofrezcamos pues, un plato de comida a un callejero hambriento, brindemos un techo cuando azota la lluvia o castiga el frío, proporcionemos medicina al caminante enfermo, y sobre todo, dediquemos un espacio de tiempo a pensar que en nuestras manos está el futuro de estas criaturas indefensas.
Les aseguro que la recompensa es maravillosa y nunca faltará un gesto de agradecimiento o un efusivo movimiento de cola, porque a diferencia de lo que algunos creen, ellos también sienten que lo esencial es invisible a los ojos.