El Noda, fuente de sabiduría para varias generaciones de lajeros

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Su andar encarna más de setenta años de historia. Su fibra y grandeza de espíritu, personifican un hombre cabal, pleno de satisfacción y amor por la labor que profesa hace más de cuarenta años. Su pelo es el reflejo del sueño cumplido, de la lágrima derramada y de los años de entrega a su obra primera: educar.

Este es Alfredo Noda  Mirabal, el Noda para quienes se suman a la vasta lista de generaciones que bebieron de su sabia y han sido cómplices de su infinito conocimiento, carisma, ternura y amistad.

Sus pupilas develan valiosos recuerdos: el primer lugar obtenido por un talentoso alumno luego de su participación en un concurso provincial de química y el nacimiento de sus tres hijos, felicidad multiplicada tras el advenimiento de nueve nietos. Huellas latentes en su memoria.

De la mano de Mercedes, su esposa y compañera en la vida, enfrentó obstáculos que al decir del poeta no consiguieron anular su optimismo, simpatía y la voluntad para esgrimir el arma más poderosa para cambiar el mundo: la educación.

Trasciende en la existencia de Alfredo Noda, su participación en momentos significativos de la historia de Cuba. Obsequió con la luz del saber a la primera mujer del regional San José. Esto le valió la asistencia a la primera graduación de alfabetizados en el año 1961, al lado de figuras de la Revolución como Armado Hart y el Comandante en Jefe Fidel Castro.

Aunque alcanzó el Premio Especial del Ministro de Educación y la condición de Vanguardia Nacional por tres años consecutivos; se siente realmente premiado con el sobresaliente de un estudiante, con el respeto y el cariño que recibe de estos como prueba recíproca de su saber.

La firme voz que todavía escuchamos en las aulas de esta ciudad, desmiente su andar inseguro, propio de siete décadas de una vida sencilla pero colmada de gloria, pues realizó su más preciado sueño: educar.

 

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