El León de Santa Rita aún espera un juicio justo de la historia

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La historiografía tradicional no fue jamás (ni es) generosa con el Mayor General Vicente García González. De otros próceres se podrá decir algo negativo, o publicar un pasaje no tan heroico, pero nunca se le descalificará.

A este hombre nacido en Las Tunas el 23 de enero de 1833 se le dispensan los peores epítetos, y se le echan encima todas las culpas del desastre mambí en febrero de 1878.

Como todo eso se halla en los programas docentes, constituye una obligación decirles a los estudiantes que ese jefe insurrecto era sedicioso, indisciplinado, elemento desmoralizante, caudillo al margen de la ley, regionalista recalcitrante, personaje caprichoso, ambicioso, obsesionado con la división de los independentistas cubanos.

Cuesta trabajo entender que un solo hombre echó a perder la obra de muchos hombres durante diez años de duro bregar. Aquí aparece otra paradoja tremenda: si ese individuo al que tanto se le invalida su hoja de servicios por Cuba, fue capaz de inferir un daño tan terrible e irreparable, se debió a que tendría una ascendencia en las tropas muy superior a la que se le reconoce.

Pero también existe otro problema al que casi nunca se le presta mucha atención. Se le acusa de devastar la moral mambisa. Y sin embargo, Vicente García González fue el último mayor general en abandonar el escenario de la lucha en 1878. Arsenio Martínez Campos anunció oficialmente la pacificación de Cuba, dos días después de la partida del famoso León de Santa Rita.

Fue la figura más visible y de mayor renombre en los movimientos políticos de Lagunas de Varona en 1875 y de Santa Rita dos años después. Usualmente se les denomina sediciones. En los últimos tiempos, han aparecido numerosos estudios que se van ajustando más a la verdad histórica. En el libro Tras el rastro del silencio, del investigador y periodista cubano Emilio Herrera Villa, se enumeran un sinnúmero de factores, que contribuyeron al golpe final de los Hermanos del Silencio, como ese autor califica al primero de ellos.

Sobre el segundo caso, lo más recurrente es la carta de respuesta de Maceo a una eventual propuesta de García González para que lo secundara. Aunque en la misiva le señala problemas de orden y de disciplina, laprincipal causa parece ser la cuestión ideológica. En una carta del General Antonioal Generalísimo Máximo Gómez en 1886 (por cierto, no tan amigable ni tan cariñosa como quisiéramos) el Titán considera a García González su émulo político.

Maceo, ya se sabe, estaba más cercano al pensamiento liberal tan en boga en Centro y Sudamérica, en tanto que el General nacido en Las Tunas el 23 de enero de 1833 tenía en su tropa a un sargento de la Comuna de París, devenido luego capitán, Charles Philibert Peissot, cuya prédica de socialismo y hasta de comunismo en la manigua (según Fernando Figueredo en La Revolución de Yara) embargaba en el disgusto a los principales jefes de la insurrección, y sobre todo por influir en el General García.

Renombradas figuras de la investigación histórica, califican de traidor al General Vicente. Alguien llegó a calificarlo como la Tiñosa del 68. El Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas, Rolando Rodríguez García, por ejemplo, asegura poseer cartas que lo inculpan precisamente de una apostasía atroz. Pero en aquella Guerra Grande, ese hombre ocupó los principales cargos de la Revolución: anfitrión de las principales reuniones preparatorias, el primero en fijar fecha al alzamiento, jefe de ejércitos en Oriente, de Camagüey, y nombrado para Las Villas. Fue Secretario de la Guerra, Presidente de la República en Armas, y General en Jefe del gobierno constituido en Baraguá.

El asunto no es liberarlo de sus errores en la historia, ni de la posible paranoia que –dicen—le afectó tras la deposición de Céspedes en Bijagual en octubre de 1873. En un país en que somos tan atentos a la percepción martiana, casi nadie repara en que el Apóstol lo consideró El Padre de los Diez Años. El Mayor General Vicente García González es la figura protagónica de la crónica de Martí “Cuba es esta”, donde cuenta la adhesión de su Legión al Partido Revolucionario Cubano. Nacido hace ahora 190 años, el León de Santa Rita espera todavía un juicio más justo de los historiadores y un mejor sitio en los libros, en la academia, en la clase de historia de nuestros hijos.

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