El Incidente del Virginius

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El 15 de noviembre de 1873, Carlos Manuel de Céspedes confirmó en su Diario la pérdida de la expedición del Virginius. El hombre asumió siempre con orgullo ejemplar las duras pruebas de la obra que él mismo inició cinco años antes. Para entonces vivía la angustia infligida por sus enemigos personales, que le depusieron y ocuparon los principales cargos de la República en Armas.

Casi un prisionero del gobierno emergente en la asonada en Bijagual, condenado a una humillación tras otra para destruirle su autoestima, el Padre de la Patria supo aquel día, aún sin muchos detalles, de la desventura en los hechos de un hermano o sobrino suyo. Y escribió tajantemente: “¡En fin, sea por Cuba!”

Luego él mismo supo que se trataba de su hermano Pedro María de Céspedes, coronel del Ejército Libertador, el hombre que el día anterior del Grito en Demajagua, libró combate en Vicana Abajo. El registro histórico significa esa tercera expedición del Virginius, que estuvo a punto de desembarcar por Oriente una importante cantidad de combatientes, de armas y de municiones.

Tras una implacable persecución, la corbeta española Tornado logró capturarlo cerca de Jamaica, en aguas bajo jurisdicción británica. En la tripulación había ingleses y norteamericanos. En su fuga, el Virginius levantó el pabellón de las barras y las estrellas de los Estados Unidos. Nada impidió el cruel destino que les deparaban las autoridades coloniales en Santiago de Cuba, con el apoyo irrestricto del Capitán General Joaquín Jovellar.

Siempre se ha insistido en que el gobierno republicano peninsular no compartió la sentencia de aquel consejo de guerra que condenó al fusilamiento a más de 50 personas. Dirigió aquel cuadro alevoso el brigadier español Juan Nepomuceno Burriel, el jefe de la plaza santiaguera. Y seguramente la lista de inmolados habría sido mucho mayor de no acontecer la intervención de una nave de guerra británica, que entró en son de guerra a la bahía, y que amenazó con bombardear la ciudad si no se detenía la matanza.

La historia recoge el nombre del oficial británico, Sir Lambton Loraine, quien al parecer se entrevistó personalmente con el jefe español, y hasta se habría negado a estrecharle la mano, por considerarla demasiado ensangrentada. Por lo que se dice, actuó a título personal ante la eventualidad de connacionales suyos implicados y la captura del barco en aguas jurisdiccionales británicas en el Caribe.

Usualmente se mencionan los altos oficiales cubanos ejecutados (Bernabé Bembeta Varona, Pedro María de Céspedes, William Ryan, Jesús del Sol Corderos), pero en aquellos días de noviembre fueron muchos los nombres de patriotas, inscritos para siempre en el martirologio de la Patria. En el Museo Bacardí debe de estar aún aquel trozo de muro, con impactos de balas.

En el Diario Perdido de Céspedes, noviembre de 1873 guarda el testimonio de primera mano del iniciador de la gesta sobre el denominado “Incidente del Virginius”, donde hemos de ponderar sin falta el alto precio que pagaron los padres fundadores por la independencia y por la libertad.

 

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