Este 7 de noviembre, la Asamblea General de Naciones Unidas será escenario por vigésima octava ocasión de la votación del proyecto de resolución ‘Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos de América contra Cuba.’
Nuevas voces esgrimirán razones para exigir el fin del cerco comercial, económico y financiero impuesto por Estados Unidos a Cuba desde el 7 de febrero de 1962, convertido en ley en 1992 y 1995, uno de los más duraderos de la historia.
El bloqueo es inhumano, cruel, terrorista. Es la más anacrónica obsesión de asfixiar a Cuba, viola los derechos humanos y los principios refrendados en la Carta de las Naciones Unidas.
La jornada de miércoles contó con un rotundo respaldo a Cuba. Los oradores coincidieron en la necesidad de eliminar totalmente la medida impuesta por Estados Unidos. La dignidad se abrió paso para demostrar que Cuba no está sola.
Como dijo el más universal de los cubanos, José Martí: “Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes”.
Cuba tiene un sistema social que ha resistido golpes de todo tipo y se ha mantenido erguida a pesar de cuantos obstáculos han aparecido en su camino. La política mantenida por todas las administraciones estadounidenses, cada una con su peculiaridad, ha intensificado su afán por acorralar a la mayor de las Antillas y el bloqueo es la principal carta de juego.
Durante más de medio siglo Cuba ha convivido con el bloqueo que tiene los más bochornosos efectos en todos los órdenes de la sociedad; sin embargo, lo que no ha logrado bloquear ninguna administración estadounidense es la esperanza y mucho menos los principios. Somos altruistas, disponemos voluntad creadora para seguir haciendo caminos. El presente es nuestro y el futuro nos pertenece.
Podrá una vez más Estados Unidos insistir en su deshonesta política y arremeter con la permanencia del bloqueo, podrán sus aliados juntarse como demonios para sostener tan burda medida, pero la luz de la razón sentenciará ante la historia el error más obstinado y vil que se conozca; no obstante desde la mayor de las Antillas seguirá germinando la victoria