El Ballet: el desagravio de la FEU en 1956

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Desde la alborada de la nación, el quehacer artístico expone una interrelación ejemplar con la epopeya cubana. El paso de los años radica en buena medida la calidad del homenaje por estos días, la profundidad del recuento de aquel acto de desagravio de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), ante la decisión ferozmente contracultural de la tiranía de retirar la subvención al Ballet de Cuba.

Aquel atentado contra la cultura del país (como literalmente se le denominó entonces), tendría luego explicación en la búsqueda historiográfica: el nombre de Alicia Alonso aparecía como interés operativo del aparato represivo del régimen. La documentación supone valor patrimonial, independientemente de la mano tenebrosa que entonces la suscribió.

Pero en honor a la verdad, semejante golpe no constituyó un suceso inédito en las relatorías del mundo. Como en cualquier tiempo, la injusticia reiteró entonces su inveterado temor al mester artístico. La respuesta de la FEU no pudo ser mejor: la función reunidora de unas 20 mil almas en el Estadio Universitario de La Habana de apoyo al Ballet, devino muestra de inconformidad colectiva contra la dictadura, como igualmente de esa trinidad santa de las bellas artes en su interacción con la gente: multiplicar el signo artístico, instruir y sensibilizar al público, y crear conciencia patriótica.

Desde el triunfo extraordinario del primero de enero de 1959, el capítulo regresó una y otra vez en la conmemoración siempre agradecida. Para Alicia siempre fue particularmente intenso cada recuento. Era el nostos: el viaje a la raíz de la nostalgia, revisitar la fuente rediviva de la memoria.

Pero en el justo compromiso con los recuerdos, el acto de desagravio de la FEU por el Ballet de Cuba tendría ahora nuevas lecturas, otras tareas, desde la misma disposición de lucha. En la voluntad de vencer entuertos, permanece el reclamo del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz de salvar primero a la cultura. Y el Ballet Nacional de Cuba sigue siendo conquista y distinción de millones.

Se trata de un proyecto donde tuvo y tiene la creación un claro ejemplo de aquel injerto cultural propuesto por Martí, donde historias y leyendas constituyen páginas del mundo, pero el tronco sigue siendo el de estas tierras. La Federación Estudiantil Universitaria encara entonces una enorme empresa, inacabable además, en la siembre de valores patrios en las generaciones emergentes.

Enfrentar la pseudocultura desmovilizadora de los poderes hegemónicos, no es una cosa simple. Al parecer, la industria del entretenimiento nos lleva una ventaja, y se precisa la capacidad de responder, de pensar y actuar en términos de creación y de pensamiento como hizo la FEU hace 64 años en defensa del Ballet ante la ofensa y la venganza del tirano. De eso se trata: mover a un pueblo noble, multiplicar el orgullo por su historia y por su cultura, para preservar el alma que lo identifica

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