El amor, el matrimonio y los jóvenes

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Nada más vituperado que el matrimonio, al que en misteriosa paradoja van incluso muchos de sus enemigos.  De ahí que se defienda su condición de “tragedia necesaria”.  La actitud de los jóvenes suele ser variable en cuanto al tema, aunque en los últimos tiempos parece tendencia la unión en concubinato en comparación con el número de matrimonios oficiales.

Concertar un matrimonio implica un acto cuyas raíces son el amor mutuo y el deber de los cónyuges de compartir responsabilidades.  Resulta casi un cliché que los recién casados escuchen los artículos del Código de familia a la hora de firmar “diez papeles grises para amar”, pero la vida reitera una y otra vez que son indispensables.  Los jóvenes precisan sembrar esos principios en su actuación.

De la realidad cubana desaparecieron la luna de miel y la venta de un módulo de útiles para el hogar en moneda nacional.  Muchos matrimonios “se arreglaban” para acceder a esas facilidades.  Se trata de una pérdida inobjetable, pero la cantidad de uniones formales ofrecía un dato adulterado y nada confiable.

El matrimonio en la juventud define una actitud, sobre todo en planes, en proyectos.

Ese status refiere determinados preceptos en el orden legal que facilita trámites ulteriores en relación con la familia, sobre todo en cuanto a los hijos.  Desde un momento inicial, la pareja fija normas para el patrimonio adquirido en la unión.

Sobre el matrimonio seguirán circulando blasfemias y chistes de todo tipo, como aquel que asegura que “es como el submarino, que puede flotar pero está diseñado para que se hunda”.  Sin embargo es conveniente exponer cada esencia positiva de ese acto, sobre todo para las jóvenes parejas.

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