Día Mundial del Juego, reencuentro con la inconmensurable fragua de lo humano

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El 28 de mayo se celebra el Día Mundial del Juego. Dentro de  jornadas, será el Día Internacional de la Infancia. El almanaque nos hace concurrir en un tiempo y en una dinámica donde las celebraciones convocan a reconsideraciones, al pensamiento, a la responsabilidad.

No puede decirse que el tema de los juegos en Cuba exponga una situación tan grave, ni irreversible. En los círculos infantiles, los juegos de roles cumplen un itinerario metodológico de obligatorio cumplimiento. En el pavimento de nuestras escuelas, persiste la huella del pon, cuyos orígenes se remontan a amaneceres lejanos en el tiempo.

También se recuerdan temas infantiles que suponían juegos como a la rueda rueda, amambrocha to, arroz con leche o tal vez la gallinita ciega.

 Asimismo, se hacían competencias de sacos, de la soga o simplemente se le ponía el rabo al burro; igual, esta época se resiente de la ausencia de esos retozos que coloreaban nuestros recreos.

  Hoy ya es un consenso la necesidad de abrir ludotecas en virtud de la tarea principal de la infancia, que –como se sabe—deja sedimentos en la personalidad para toda la vida.

 Están de moda los videojuegos, a tono con este proceso civilizatorio de la informática. Sería contraproducente declararles la guerra, como sugieren algunos. La cuestión es que no aíslen a los niños.

 La tendencia del videojuego ha sido individualizar, incomunicar, cuando paradójicamente, asistimos a una tremenda revolución tecnológica en las comunicaciones. Todavía vive y sueña una generación que cantó, se rió y se reencontró a partir de aquella melodía-juego que convocaba al alánimo, y contaba la historia fantástica de una fuente rota y una carroza real.

 Canciones-juegos cada vez menos escuchadas, cuando los planes de la calle son una sombra imperceptible en el recuerdo. Vivir juntos, fundar esperanzas, concebir la joya mejor del Maestro, la amistad, van junto al juego, y son siembra en la infancia.

Estos días de celebraciones debieran regresarnos ese compromiso con la inconmensurable fragua de lo humano. 

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