En 1956, la Asamblea General de Naciones Unidas recomendó que se instituyera en todos los países un Día Universal de la Infancia, que se consagraría a la fraternidad y a la comprensión entre los niños y las niñas del mundo entero y se destinaría a actividades propias para promover el bienestar de los niños y niñas del mundo.
Día Internacional de la Infancia, etapa de la vida que marca para siempre el devenir del ser humano y la continuidad de su propia presencia en la tierra. Debería representar para cada habitante del planeta el momento de más felicidad de la existencia; sin embargo:
- Unos 600 millones de niños viven en la pobreza. Y más de 27 mil menores de cinco años mueren cada día por causas evitables.
- Más de 250 millones de infantes desde cinco a 14 años trabajan extensas y agotadoras jornadas laborales.
- Otros 130 millones no reciben siquiera educación elemental.
- Aproximadamente seis millones padecen lesiones limitantes causadas por los conflictos bélicos o han fallecido como consecuencia de las guerras.
- Hay unos trescientos mil niños menores de 18 años quienes en la actualidad sirven como combatientes alrededor del mundo (convirtiéndolos en casi el 10 % de todos los combatientes globales). Ellos prestan servicios en el 40 % de las fuerzas armadas, grupos opositores y organizaciones terroristas del mundo y luchan en casi el 75 % de los conflictos mundiales.
Durante los últimos cinco años, los niños han prestado servicios como soldados en todos los continentes (menos en la Antártica). Además, medio millón más de niños prestan servicios en fuerzas armadas que al presente no están en guerra.
Otra no puede ser la conclusión cuando se sabe que en la actualidad 600 millones de infantes en el mundo viven en la pobreza; 250 millones entre cinco y 14 años trabajan en países del Tercer Mundo; 130 de estos no reciben educación y otros seis millones padecen lesiones limitantes causadas por las guerras o conflictos armados. Cada 24 horas, ocho mil 500 muchachos se contagian con el SIDA.
Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), la prostitución y la pornografía infantile, los llamados niños de la calle y el tráfico de órganos extraídos a muchachos menores de edad engañados o secuestrados y luego asesinados, rebasa con creces las peores y más espeluznantes experiencias.
El 1 de junio es bien diferente para los niños cubanos, verdad que el Imperio del norte y de los derechos humanos ocultan, a pesar de que los indicadores de la Isla de Cuba sobre el tema aparecen en informes anuales de organismos internacionales nada sospechosos de izquierdistas.
Conocido resulta el extraordinario esfuerzo realizado en la capital el pasado año en la reparación y construcción de 749 escuelas, en aras de garantizar aulas con no más de 20 alumnos.
Parejo a ello se llevan a cabo varios programas para el amplio empleo de la televisión con fines educativos, el estudio masivo de la computación y la más completa cobertura con docentes integralmente preparados.
Las 440 escuelas especiales cubren todas las necesidades educacionales de los niños con discapacidades, instituciones con una matrícula superior a los 56 mil alumnos.
La Revolución ha creado todo un cuerpo legislativo dedicado a garantizar la supervivencia, desarrollo, protección y participación de la población más joven. Así, existen los Códigos de la Familia, del Trabajo y de la Niñez y la Juventud. También la ley de la maternidad, con extraordinarias ventajas para la madre.
Existen en la Isla varias regiones rurales en las que no se han producido muertes de niños ni maternas en los últimos 20 años. La mortalidad infantil nacional fue en 2002 de 6,5 por ciento, 10 veces menos de las registradas en el país hace cuatro décadas, entonces con una población mucho menor.
Esos indicadores no son casuales: cada infante cubano está protegido contra 13 dolencias, algunas de las cuales constituyen flagelos en muchos países de América Latina y África, por ejemplo:
- Poliomielitis,
- Tuberculosis,
- Difteria,
- Tétanos,
- Tos ferina,
- Sarampión y
- Hepatitis, entre otras.
Las defunciones por enfermedades diarreicas agudas, numerosas en este el continente, se producen en la Ínsula solo como excepción.
Fenómenos tan aborrecibles como la prostitución, el trabajo forzado y los llamados niños de la calle, constituyen categorías inexistentes para los cubanos.