Siempre que me asomo al jardín aspiro el perfume de la mariposa, aroma femenino que percibo mezclado a los olores de las montañas, a la Sierra Maestra, fragancia de juventudes animosas, de jornadas de intenso esfuerzo y altruismo que provocan en mi cierta nostalgia, sin embargo unido a este sentimiento sublime asalta mi rostro una sonrisa al pronunciar los nombres: Norma, Lilian, Carmen, Caridad, seudónimos que hasta mediados de 1957 Celia Sánchez Manduley había utilizado, para no ser reconocida por los tiranos de la dictadura batistiana mientras accionaba como miembro del Movimiento 26 de Julio durante la Guerra deLiberación Nacional de Cuba de 1956 a 1958.
Frontera desdela cual organizó por orientaciones de Frank País la red clandestina de campesinos que fue vital para la supervivencia de la guerrilla dirigida por Fidel Castro que desembarcó por el sur de Oriente el 2 de diciembre de 1956 y que se convertiría posteriormente en el Ejército Rebelde.
Y es que Celia es delicadeza, exquisitez, manantial de saberes, pureza de espíritus que se entretejen con una coraza de guerrilla parahacerla invencible al paso de los años, flor autóctona de la Revolución mariposa plantada en de todos los vergeles de luz y de justicia.
Su ejemplo crece en la multitud haciendo trascender su imagen desde el otrora Central Isabel, situado en Pueblo Nuevo, Media Luna, Oriente, donde nació el 9 de mayo de 1920 hoy sus 98 abriles constituyen amaneceres de gloria, cantos de victoria que describen su excelente trayectoria.
Posterior al Primero de enero de 1959 esta mujer baluarte de cubanía, de hálitos y fe revolucionaria, fue secretaria del Consejo de Estado, diputada al Parlamento, miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y de la Dirección Nacional de la Federación de Mujeres Cubanas.
Me gusta asomarme al jardín para aspirar el aroma de las flores, porque entre los pétalos asoma el perfil de una cubana amada por su pueblo, acariciada por la gratitud pueril desde los círculos infantiles, venerada por los que respetan y admiran el valor incalculable de su humildad, de su talento para desdoblarse en un escenario infinito e imperecedero apartándose de sí misma, para prestar su escucha ingeniando soluciones a problemas que jamás le fueron ajenos.
Eres tú la Norma que luchó desde la Sierra y el llano, la Lilian, la Carmen la Caridad, las tantas Celias que avizoran el futuro impregnando su aureola de paz y de lucha, por siempre Celia, por siempre tu luz.