Ania

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Regreso a San José de las Lajas tras casi una década, no de ausencias, sí de distancia. Vuelvo a la emisora Radio Camoa, el mismo sitio donde quedé atrapada por el embrujo del periodismo.

Le atribuyo este retorno al sentido cíclico de la historia y de la vida, pero algo me dice que mi vuelta obedece más bien a la necesidad de saldar deudas muy íntimas con mi pueblo y con mi gente.

Felizmente y quizás por coincidencia retomé mi labor el día de la prensa cubana y por esa razón dedico mi primera crónica a la periodista lajera desaparecida hace diez años Ania Pino Rivero. 

Pude conocer a Ania gracias su mamá Mercy que me abrió las puertas de su casa y de su corazón cuando todavía era muy reciente su pérdida; recuerdo que fui a verla impulsada por la necesidad de conocer y reconocer a la joven periodista que se marchó demasiado rápido dejando un rastro infinito de amor y dolor.

Tras varios minutos de diálogo dejé de ser la reportera curiosa que buscaba armar una historia para convertirme en la confidente de una madre. Así descubrí a Ania Pino, una muchacha que en su corta vida  lo hizo casi todo y lo hizo bien.

Ella amó a un hombre, tuvo una hija, sembró un árbol, se dejó domesticar por muchos libros y por la hermosura del mundo y dejó una huella en el alma de tanta gente que sigue llorando su partida, sin contar el legado profundo de su obra como periodista en los medios televisivos.

En la casa de Ania su rostro florece desde las fotografías y las pinturas que cuelgan en las paredes. En aquellos momentos mientras las miraba tuve la certeza de su presencia y hasta presentí que ella aparecería en cualquier momento para animar la charla y decirnos que su muerte era solo de mentiritas.

Aquel día también vi las imágenes de Ania en Mali donde forjó su voluntad y aguzó su olfato como reportera. Me alegraba el espíritu verla con su agenda escribiendo sin parar, andando de un lugar a otro donde desentrañó historias que luego diseminó en Cuba y el mundo.

Hace solamente unos días regresé a la casa de Ania Pino donde todo permanece como la última vez que la visité, excepto por las fotos de Salma convertida ya en una adolescente que sueña ser periodista como su mamá.

Los mismos recuerdos, la misma añoranza envuelven cada rincón. En el aire volaba traviesa la canción que Raúl Torres dedicó a Ania en el contexto del quinto concurso nacional de Periodismo Joven, Ania Pino in memoriam celebrado en noviembre del pasado año.

Fe fe fe, dice el cantautor cubano en el estribillo, una bella analogía con ella, la más perfecta me atrevo a asegurar porque Ania Pino Rivero es demasiado fértil para rendirse y persiste en acompañar al periodista cubano como ese aliento misterioso que convida a creer, a confiar a crear y amar.

 

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