Ana Aclich Piu, una mujer de este tiempo (+ Fotos y Audio)

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Ana Aclich Piu

Aseguran quienes la conocen desde la niñez que su vida es intensa y llena de satisfacciones. Mujer de estos tiempos, sus raíces abrazan los colores del arco iris y anuncian cada día la salida del sol, en ese empeño de perseverar, crecer y triunfar.

Así es Ana Aclich Piu, la protagonista de esta historia.

Mis padres emigraron de Haití y llegaron a Cuba en el año 1927 buscando mejorar sus vidas. Se asentaron en Camagüey, tierra donde, por primera vez,  abrí los ojos al mundo. Allí, en un batey llamado La Lima, aprendí de ellos las primeras cosas; recuerdo mi amor por el estudio, pues mi madre sabía leer y escribir, el interés en abrirme paso por mí misma.

Había una doctora en la ciudad, a quién fui a ver para decirle que quería estudiar enfermería. Nunca se me van a olvidar sus palabras: “no queremos negros en esta escuela”. Eso me dolió mucho, muchísimo, aunque lo superé.

En el año 1958 decidí ir a la Habana a probar suerte. En la capital trabajé como “manejadora” de muchachos, en el servicio doméstico de algunas casas. Pero un deseo no se quitaba de su mente: ¡quería ser enfermera!

La suerte tocó mi alma, en 1961 ofertan el curso de auxiliar en enfermería, me presento, apruebo y comienzo a estudiar. Me hice auxiliar, enfermera pediátrica y laboré en varios hospitales de la capital. Pero buscando una mejoría de vida, me mudo para San José de las Lajas, donde llevo viviendo 46 años y he formado una familia.

Ana Aclich Piu y enfermeras del Hospital

Leopoldito Martínez

En San José hice el post básico de administración y docencia con perfil administrativo. Fui Jefa del Hospital Municipal Leopoldito Martínez durante 11 años con muy buenos resultados, una etapa importantísima en mi vida pues logré hacerme licenciada en enfermería y trabajé durante 19 años en ese centro hospitalario. En él vertí gran parte de mis esfuerzos, de mis años de revolucionaria cabal, de ese amor por una profesión tan importante y tan humana.

Posteriormente trabajé como enfermera en el Hogar de Ancianos para después dedicarme a la docencia a tiempo completo hasta mi jubilación. Sin embargo, un acontecimiento cambió el curso de mi vida.

Antes de jubilarme, se presentó la oportunidad de realizar una misión internacionalista, que era lo único que me faltaba por hacer entre tantas tareas desarrolladas. Entonces pedí que fuera en la República de Haití, en la tierra de mis ancestros. Y así mismo sucedió; estuve allí desde enero de 1999 hasta finales del año 2000.

Cuando llegué a esa tierra caribeña, me sentí muy identificada con el paisaje, con su gente. Me decían mamá, porque era la más vieja de toda la brigada, pero, viví cosas muy interesantes, conmovedoras, hechos que siempre recuerdo.

Puedo citar la vez que tuve que reanimar a un recién nacido sin tener recursos para ello; tuve que aspirar, dar calor y administrar medicamentos. Desgraciadamente su sobrevivencia fue muy breve, alrededor de 12 horas, pues no contábamos con incubadora ni oxígeno para sacarlo completamente del distrés respiratorio. Fue duro, pero me estimuló a seguir adelante, a ayudar a mis hermanos haitianos en todo.

Por otra parte, yo tuve alrededor de cuatro pacientes con Sida. No se me olvida una paciente que por la única persona que ella se dejaba inyectar era por mí, pero yo la contemplaba mucho, porque sabía lo que tenía.

Le dieron alta, pero, a diferencia de lo que sucede en Cuba, a estos casos no se les da el seguimiento que requieren. Yo fui a visitarla a su casa y se puso muy contenta; al poco tiempo falleció, eso me puso muy triste pues le cogí mucho cariño.

Desde mi llegada estuve pendiente de encontrar a mi familia, pero, nada de nada, no lo había logrado. Cada noche me acostaba mirando un retrato que mi papá guardaba donde aparecía uno de sus hermanos, con la esperanza de encontrar a alguno de sus descendientes.Creía que mi sueños, serían solamente eso, sueños.

Ana Aclich Piu y su primo Luis Aclich

En cierta ocasión un periodista, del cual no conservo su nombre, supo que yo era descendiente de haitianos y dio la información a través de Radio Guinea. Un primo mío que se llama Luis Aclich lo escuchó; eso fue en el mes de febrero y en abril, me envió una nota con una de sus nueras para que supiera que lo había escuchado y me dio su número telefónico. Lo llamé, conversamos, pero resulta que al poco tiempo me mudé hacia otro lugar y  viajé de vacaciones para Cuba.

Al regresar de mis vacaciones, estando yo de pasada en la capital, lo llamé y nos pusimos de acuerdo para conocernos. Primero vino un hijo suyo y al día siguiente llegó él. Le mostré la foto que guardaba con recelo mi papá y muy contento me dijo: “¡Ay, pero, si este es fulano, yo te voy a llevar a casa de su hijo que es primo hermano mío!”. Cuando fui a casa de ese primo, que se llama Magloare, sacó una foto idéntica a la mía, lo que mejor conservada.

Y así establecimos el grado de parentesco; éramos hijos de tres hermanos. Eso se lo debo a ese periodista y a la oportunidad que tuvo mi primo de encender la radio y escucharla. Yo nunca pensé que mi familia fuera tan grande; el grueso de ella está en Haití, y se conserva bastante.

Poco a poco fui conociendo a toda la familia por parte de los Aclich. Casi todos estaban vivos, los había mayores que yo, de mi edad y mucho más jóvenes. Nos reunimos en varias oportunidades y compartimos como familia que somos. ¡Qué alegría más grande, encontré a mi familia, a esa parte de mis raíces que no conocía! De los Piu, que es mi segundo apellido, quedan unos cuantos allí,  aunque la mayoría ha emigrado.

Mi viaje a Haití fue una experiencia muy bonita porque viví cosas relacionadas con mi profesión que yo ya conocía, pero que no había visto en mucho tiempo. Busqué y encontré a mi familia, que era algo que yo pedía mucho, trabajé como enfermera, participé en la docencia, en la promoción de salud. Me sentí muy realizada, esa es la verdad.

Actualmente soy miembro del Club de los 120 años, una de sus fundadoras, aquí, en San José de las Lajas, donde tengo mi delegación con 20 asociados. No es que yo quiera vivir 120 años, pero los años que tengo y los que me quedan por vivir, los quiero tener con una buena calidad de vida. Así podré llegar a los noventa, cien años, quizás. Siempre haciendo lo que pueda acorde a mi edad.

Yo estudio, estoy en la Universidad del Adulto Mayor, trabajé en lo del censo de población, pues esa fue una forma de sentirme útil. Aunque estoy retirada tengo varios pacientes que visito en sus casas, sobre todo a los que tienen úlceras por presión, que es un padecimiento muy difícil de manejar. Soy activista de los CDR y de la Federación, siempre estoy haciendo algo, ayudando a quien necesite de mi persona.

Ahora, una cosa si tengo bien clarita, yo me mantengo siendo enfermera, hasta que me muera. Tengo mi uniforme guardado, con cofia y todo, al igual que el reloj que me dieron en el año 80. Y se lo dije a mis dos hijas: “el día que me muera me tienen que vestir de enfermera, sí señor”.

Así soy yo, una mujer de este tiempo, que ama a esta revolución y a su gente, una mujer que sigue en espera de que se cumpla su sueño, el sueño del regreso, del reencuentro con mis antepasados, con la otra parte de la familia, de esa que me abrió sus brazos una vez y volverá a hacerlo, claro que sí.

 

Ana Aclich Piu, una mujer de este tiempo

 

Ana Aclich Piu canta canción en creole

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