“Amo esta isla, soy del Caribe”, es ese estribillo que llega una y otra vez para acentuar que la mayor de las Antillas está en ese sitio especial, que unos llaman corazón, otros alma, y también algunos aluden a la memoria.
Es que Cuba, es ese pedazo de tierra por la que uno siente hasta la médula y le duele cuando otros la intentan fustigar con verbos duros, porque a una le duele.
Cuba, anda con una enorme carga a cuesta que marca la vida de sus hijos, la economía sufre, las carencias abruman, el éxodo de muchos y de todas las edades abisma, esa es una realidad que habita y deja su huella cada día.
Los días transcurren, y a pesar de los pesares, cubanos y cubanas que deciden estar acá, enfrentan con hidalguía eso que algunos llaman adversidad, que se traduce en nuestros propios problemas, el cacareado bloqueo, la ineficiencia, la burocracia.
Y hasta aparecen a diario chistes, porque si para algo no tenemos talento es para derrumbarnos, aunque en ocasiones el pecho se siente apretado; dicen por ahí que ya está en desuso el refrán “Cuando la rana críe pelos”, ahora ha sido sustituido por otro “Cuando el refrigerador haga escarcha”.
Así somos, hasta sobre lo que nos pone contra la pared, sembramos un poco de humor para que si va a llover, llueva con alegría.
La vida es esa escena en la que vemos cada amanecer a protagonistas de todo tipo, los que tratan de vender sus viviendas para iniciar una travesía de moda, los que ponen precio cada vez más altos a los productos que venden, los que revenden lo que se vende en las tiendas MLC, los que van a trabajar llueva, truene o relampaguee, los que ponen todo el decoro en lo que hacen para ser parte de los que fraguan la maravilla.
Amo esta isla sí, decido hacer el bien, aplaudo los valores y trato de abrazarlos fuerte para que no falten nunca en mi, ni en quienes me rodean; insisto en encontrar al Sol y más allá de cualquier mancha, apreciar su luz para hacer más nítido el camino.