El director-fundador de la orquesta Rítmica del ´39 reparó en un ensayo casual en el virtuosismo en el violín de aquel jovencito de 15 años que aún vestía pantalones cortos. No era mala la idea de incorporarlo al grupo, pero antes debía de vencer la lógica reticencia del viejo Felipe, el padre del muchacho, para quien andar de baile en baile hasta altas horas de la noche era asunto de otra edad.
Allá, en Cienfuegos, eran conocidas la probidad, y la constancia del líder de la agrupación emergente, noble carpintero ebanista, constructor de su propio contrabajo, militante del Partido Socialista Popular. Tras un poco de insistencia, le extendieron el permiso al violinista quinceañero. Y la historia cambió.
Al conductor de aquella gente entusiasta, pero sin suficiente instrucción académica, lo calificaban de demasiado soñador. El día de la fundación, les confesó a sus seguidores que deseaba hacer una orquesta triunfadora por el mundo, que la conocieran no solamente por sus discos, sino también en los grandes escenarios del planeta. En esa tarea, creyó que el muchacho podría ayudarlo.
Poco tiempo después, el jefe de ese proyecto, Orestes Aragón Cantero, enfermó de los pulmones. Para sorpresa de todos, eligió como sucesor al más joven del grupo, Rafael Lay Apezteguía. Cuentan que le dijo: No busques estrellas, muchacho. Busca colores. Y la Rítmica del ´39 pasó a ser la orquesta Aragón en honor al creador.
El joven sustituto creció en el oficio del mester. Devino relevante autor, arreglista, profesor. Dirigía, ejecutaba el violín, cantaba. Junto a su compadre Richard Egües, logró una de las mejores llaves de la historia musical del sonido latino. En todas partes, se reconoce a la orquesta Aragón como la Charanga Eterna, referencia esencial en Cuba y fuera de sus fronteras.
El formato conquistó una condición superior. Se convirtió en escuela. Con el tiempo, los compañeros de Lay lograron facturar un catálogo digno. Recuerdo la creación del chaonda, del cellista Tomás Alejandro Valdés, que tanta polémica suscitó. Lo culpaban de romper la tradición sonora de la orquesta. La respuesta del maestro Rafael Lay Apezteguía, no dejó margen para las dudas: compuso Chaonda con onda, tal vez la pieza mejor lograda dentro del género. El director de la Aragón, leal, amigo, solidario, jamás abandonó a su suerte a ninguno de los suyos.
Rafael Lay Apezteguía nació en Cienfuegos el 17 de agosto de 1927. Se recuerda todavía aquella idea suya tan repetida de celebrar su cumpleaños 55 en familia, en la comarca natal. Cuatro días antes, murió allá en un lamentable accidente del tránsito. Y volvió a cambiar la historia.
La Aragón tampoco fue la misma. Faltó desde entonces el líder capaz de resolver entuertos, en el justo equilibrio de la autoridad y del abrazo. Sobrevinieron querellas, heridas que jamás cerraron. Pero cada agosto parece un escenario para el regreso del maestro. El legado aún conserva suficientes cuantos de docencia, de energía, del código cultural de Cuba.