Dueña de los detalles, acuciosa en ese propósito de atrapar instantes para convertirlos en el verdadero suceso que cautiva, ese en el que quizás persona alguna ha reparado, así es ella, una muchacha de estos tiempos que soñó ser periodista y ama al Periodismo al que ya pertenece.
Su nombre ya se escucha y lee, es Adriana Fajardo Pérez, la joven que tan bien improvisa, que el repentismo la abraza y todos le agradecemos.
Hay mucha pasión en cuanto escribe, una recorre cada línea y vuelve al principio, porque en ello va el disfrute por ese buen decir desde el corazón.
Todavía en mi mente su presencia en el examen de aptitud para la carrera de periodismo, escucharla entonces fue grato, sus ojos casi adelantaban sus palabras, su criterio despojado de formalismos y pleno de razones, de amor manifiesto, de raíces, de ternura y de principios, eran la mayor sentencia de aprobación.
Adriana es ya periodista, aunque no ha concluido la carrea, anda en esa etapa maravillosa que jamás se olvida porque a diario se descubre más del periodismo, de los profesores que quedarán en la memoria para toda la vida, de los amigos, las evaluaciones, los nervios y las sorpresas…
Hoy escribo sobre ella sin pedirle permiso, tomo una de sus fotos y me adelanto a la conclusión de sus estudios para la felicitación por cuánto hace, consciente que la sencillez que la arropa hoy la acompañará siempre.
Adriana Fajardo Pérez, la muchacha de Madruga, la estudiante de Periodismo, la misma que cree nació improvisando, es de las que brilla con luz propia, de las que ilumina el sitio en que esté porque en su decir y hacer está su alma.
