Acudir a José Martí mejora el alma

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Al más universal de los cubanos, José Martí, ha de llegarse como hijos al padre amado, que siempre espera y está presto al abrazo puro, al consejo certero, al análisis si fuera preciso, a la voluntad de compartir su sabia y el amor infinito que no descansa en el propósito de fraguar a un mejor ser humano.

A José Martí es necesario llegar siempre, me acojo a su legado sin límites, ese que dejó desde ayer para hoy y mañana, que insistimos en marcar con sus frases, muchas veces, sin tomar en cuenta la profundidad de cada palabra.

Hoy, cuando hablamos de valores, de la urgencia de rescatar y salvar espacios para que crezcan mejores personas, sensibles, respetuosas, tiernas, valientes, dignas, sinceras, es vital como la Biblia acudir a José Martí.

A José Martí no se debe llegar solamente el 28 de enero o al 19 de mayo, fechas que recuerdan su nacimiento y camino a la eternidad; es preciso detenernos en el niño que fue, el adolescente que sufrió en su propia piel el horror de la prisión, el hijo que amó a la patria, a su madre, a sus hermanas, veneró a su padre y cultivó de la manera más imperecedera la amistad hasta los últimos días de su vida.

A este tiempo que habitamos marcado por guerras, odios, conflictos, y gritos despavoridos de la naturaleza; en que crisis y carencias, sueños e inequidades estremecen, vale impregnarlo de las enseñanzas que dejó el apóstol.

Desde su obra nos llega el llamado a ser mejores desde dentro, a ser capaces de hacer el bien, a no generar odios ni insidia, a no ser hipócritas ni mezquinos, nos convoca desde su escritura a ser buenos; porque es menester ser bueno para que perdura la existencia humana.

De Martí nos llega su decoro, su amor a la patria, su fidelidad, su talento puesto siempre a favor del bien de la humanidad; y es que de eso necesitamos nutrirnos.

No se puede andar por la vida hablando de Martí si desconocemos que la mejor manera de honrarlo es teniendo uno mismo la honra estampada al alma.

No se trata de traerlo al presente por una fecha, por un discurso de ocasión; se trata de acudir a él, para alimentarse de valores, para adentrarse en ese legado que late en este siglo y clama porque seamos capaces de hacer más que decir y sobre todo de hacer Con todos y para el bien de todos.

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