8 de Marzo: el pan, la rosa, las conquistas nuevas

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El 8 de marzo cultiva en la fiesta innombrable de lo cubano (como describió Lezama), toda una tradición de luchas de las mujeres del mundo por sus derechos, por la igualdad, por la emancipación. Pertenece ya a la síntesis de este pueblo, pero reúne capítulos de otro tiempo y de tantos lugares del planeta.
Esa realidad más bien confirma la universalidad de esa historia. En algún sitio se publicó (y otros tantos multiplican hasta hoy) que la fecha seleccionada constituye un homenaje a las trabajadoras de una fábrica de medias de Nueva York, fallecidas en un incendio a principios del siglo XX. Existen, evidentemente, inexactitudes sobre esos antecedentes.

Siempre se habla del papel de Clara Zetkin y de otras líderes comunistas. En 1910, aconteció en Copenhague, la capital danesa, la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Trabajadoras. A instancias de la Zetkin y de otras camaradas suyas, se aprobó crear el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Es decir, que en un principio, el proyecto partía de concretar conquistas en el universo obrero.

La fecha se celebró por primera vez el 19 de marzo de 1911. Pero menos de una semana después, todavía en el calor de aquel relevante grito de pretensión universal, ocurrió la tragedia en la fábrica Triangle Shirtwaist de Nueva York, donde murieron 146 personas, en su inmensa mayoría mujeres trabajadoras.
Se dijo que el origen fue una colilla encendida, y que la alta cantidad de mujeres muertas se debió a los accesos cerrados para evitar los robos. El dictamen oficial jamás apagó las sospechas de que el siniestro fue provocado por los patronos.

Claro que a partir de entonces, el tributo a las tantas almas víctimas del incendio, devino inspiración para proseguir las luchas y para conferirle razones grandes a la fecha. Pero el siniestro en la fábrica de medias en Nueva York fue un 25 de marzo y no el día 8. Entonces, el origen estaría tal vez en otro momento, más lejano, razón por la cual no se le tiene debidamente en cuenta.
Y sí, el 8 de marzo de 1857, cuando aún estaba distante en el horizonte el estallido de la Guerra de Secesión, ocurrió una marcha de mujeres del mundo textil en Nueva York. Aquellas, denominémoslas así, pioneras de esta batalla al parecer inacabable, recorrieron calles de la famosa urbe norteamericana con el lema Pan y Rosas, todo un reclamo de mejoras económicas y de una probable condena al maltrato.

Mi generación recuerda el 1975 como Año Internacional de la Mujer, y la suerte de extender el 8 de marzo como una responsabilidad. La historia de Cuba registra el nombre numeroso, con páginas de tres siglos. Y la obra de la Revolución, de cátedra y de creación, define la suerte de construir cada 8 de marzo con canciones, poemas, el pan, la rosa y nuevas conquistas.

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