Zerquera, el historiador de Trinidad

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Corresponde al historiador leer cada mensaje del oráculo humano. El profesor Zerquera aún sigue siendo el formidable heraldo de la Villa. Ser la tercera de este enclave antillano, para remarcar en nombre y en salutación la Santísima Trinidad, parece algo más que un simple algoritmo. El hombre busca, apunta, inspira, en una tarea que a todas luces remonta los lindes físicos de la existencia.

En las referencias formales, se dice que hace ya 16 años falta el continente hacendoso de Carlos Joaquín Zerquera y Fernández de Lara. Patriarca del pueblo, daba la impresión de ser actante antiquísimo de la comarca. Siempre estuvo a la mano de su gente en Trinidad. En concubinato con la empresa de la memoria, el sujeto lírico bien podría extenderle el título de fundador sin temor a equivocarse, ni a exponerse a la reconvención de la historiografía.

Algunos lo califican de noble biógrafo de la Villa. El profesor Zerquera jamás se cansó de buscarle la certificación de nacimiento y el primer bautizo. De un lado y del otro del mar. Sin un lugar para el cansancio. Desde antes, la había consagrado en su corazón. Su idea se transpone en costumbre colectiva, que es manera efectiva de trabajar, de permanecer, de vivir.

Hay un encanto posible en las siete villas primigenias que decidió la conquista hispana. En Trinidad existe una cultura por la salvaguarda de los recuerdos. Ser la sede de varios congresos nacionales de historia, ser la depositaria de tanto talento concurrente, deja igualmente una huella de hacer y de amor. El profesor Zerquera fue parte de ese proceso, donde la conservación y la restauración tienen sin falta un relicario.

Nadie se desentiende de esa actitud tan trinitaria, que no se apaga a pesar de los vientos, de las mareas, de la precariedad, de la tantas veces mencionada crisis humanística del mundo. En buena y justa medida, es parte de la obra del profesor Zerquera.

La UNESCO distinguió a la Villa como Patrimonio Cultural de la Humanidad. También al Valle de los Ingenios. Luego vendrán otros reconocimientos más.

El mejor y más grande de todos es el que llega de todas partes para ese espacio humanal de Cuba, donde resultó decisiva la labor de aquel hombre que iba dejando en los muros históricos trazas del alma y la capacidad de reinventar creadoramente el sitio querible de sus hermanos.

Otro grande afirmaba que la Patria se forjó por los caminos de la mar. El historiador acucioso registraba lo acontecido y lo que pudo ocurrir. El sino de la conquista de México, por ejemplo, tuvo escala en Trinidad. La orden de Diego Velázquez pretendió presuntamente allí detener la ruta de Hernán Cortés.

Desde la dimensión otra, durante 16 años, tal vez con una mejor percepción del horizonte y de la Utopía, del permanente beso de las olas, Carlos Joaquín Zerquera y Fernández de Lara, sugiere todavía oficiar en el catauro de las remembranzas, para construir el tiempo que falta, donde la historia va a la calle a emprender la nueva obra.

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