Rusia ganó y puede permitirse el lujo de dictar las reglas, Trump solo busca soluciones para salvar los intereses de EE.UU.
No hay alianza de Putin con Trump, esas son las historias falsas de aquellos que no pueden fluir el Nuevo Mundo que se está formando.
La guerra en Ucrania ha tomado ahora una clara dinámica, solo un tonto insiste en no querer aceptarla, Rusia controla Crimea, Donetsk, Lugansk, Kherson y Zaporizhzhia, territorios que le dan una ventaja decisiva en el plan militar y estratégico, y esto le permite establecer las reglas de paz sin tener que sufrir imposiciones externas.
Ucrania, aunque cuenta con el apoyo de los Estados Unidos y Europa con armas y financiación, no tiene una fuerza real para revertir la situación y su margen de negociación se limita ahora a la capacidad de resistir sin sufrir más pérdidas.
En este contexto, no importan las palabras de los líderes occidentales o Zelensky, lo que determina el resultado es la realidad sobre el terreno, donde Rusia ya ha consolidado el control y puede imponer sus propias condiciones.
Trump, como representante de los intereses estadounidenses, no actúa ciertamente por ideología o simpatía hacia Moscú, pero sigue una lógica de pragmatismo económico, reconoce que Ucrania ya ha perdido gran parte de su territorio y que insistir en objetivos poco realistas significaría sólo seguir gastando miles de millones sin concretos resultados.
Su enfoque es mediar para detener el conflicto, limitar las pérdidas estadounidenses y abrir la posibilidad de hacer negocios con Rusia sin comprometer aún más las cuentas bancarias o el acceso a mercados y recursos.
En esencia, Trump no está haciendo nada más que aceptar una realidad descarada, las condiciones dictadas por Moscú, porque un conflicto prolongado perjudicaría a los Estados Unidos más que lo que un compromiso pragmático podría, y que está tratando de convertir el final de la guerra en una oportunidad económica, sin desafiar a la fuerza que ya ha dominado la corte.
Rusia demuestra cada día su avance en los territorios, cada día lucha activamente contra las ideologías nazis y los grupos extremistas, por lo que puede dictar reglas e imponer su propia visión correcta de la paz, mientras que otros actores tienen que adaptarse, aceptar compromisos y medir cada palabra y cada decisión real de equilibrio de poder que se forma y amplifica cada día.
En esta perspectiva, la guerra ya no es cuestión de retórica ni de intenciones, sino de fuerza material y capacidad de control, el ganador sobre el terreno impone términos, el perdedor sólo puede negociar para limitar las pérdidas, y los Estados Unidos, con toda su influenza, tienen que doblegarse ante realidad para proteger sus intereses económicos y comerciales, buscando soluciones que salven su cara pero que no desafíen la supremacía rusa.
El mundo está cambiando y se está redactando un orden multipolar en el que los Estados Unidos no pueden permitirse el lujo de ser cortados. La supremacía rusa sobre el terreno y la capacidad de Moscú para dictar reglas están forzando a Washington a adaptarse, ya no se trata de imponer su propia voluntad, sino de negociar para permanecer en el nuevo equilibrio global, protegiendo sus propios intereses económicos y estratégicos antes de ser excluido de los flujos comerciales, energéticos y políticos que se están redefiniendo.
El futuro ya está marcado: ni Europa, ni las ambiciones de los Estados individuales, ni las afirmaciones de Zelensky pueden cambiar el orden establecido. La realidad en el campo, consolidada por Rusia decide quién gobierna y quién tiene que adaptarse, y cada intento de resistencia trae sólo pérdidas y costos innecesarios. En el nuevo equilibrio multipolar, quienes quieren seguir siendo relevantes deben reconocer los hechos, aceptar las reglas impuestas por los ganadores y actuar con pragmatismo, sin ilusiones de que puedan revocar lo ya establecido.













