Lucharemos por ese día sin bloqueo

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Aunque resulte para muchos una retórica, en esencia, el bloqueo impuesto por el gobierno de los Estados Unidos a Cuba hace 62 años ha sido uno de los mayores crímenes de la historia.

Vale recordar aquel 3 de febrero de 1962 cuando el entonces presidente norteamericano John F. Kennedy emitió la Proclama 3447 que decretó un embargo total del comercio con nuestro país. De esta manera se le dio corpus legal a una política genocida que ya existía y que se ha intensificado.

Para Estados Unidos, no se trata de un bloqueo, sino de un embargo. Con ese término se alude esencialmente a la acción judicial dirigida, supuestamente, a retener bienes para asegurar el cumplimiento de una obligación legítima contraída. De cualquier manera, las leyes que contempla el bloqueo económico, político y comercial contra nuestro pueblo nos asfixia y en estas más de seis décadas hemos tenido pérdidas millonarias.

Según las estadísticas publicadas en el sitio del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República de Cuba, en seis décadas las afectaciones superaron el billón 499 mil 710 millones de dólares. Tras la caída del campo socialista y la desintegración de la Unión Soviética, la política hostil no pudo ser más oportunista y se intensificó. Y se aprobaron la Ley Torricelli, la Ley Helms-Burton y el Plan Bush.

La grave crisis de la Covid 19 fue una prueba planetaria, pero la administración republicana de Donald Trump la utilizó como arma de guerra contra Cuba. Las medidas adoptadas entonces, y que el gobierno demócrata de Joe Biden mantuvo vigentes, repercutieron  aún, en la calidad de vida de los cubanos.

El acoso imperial empezó realmente antes de la Proclama de Kennedy. Estados Unidos ya torpedeaba las gestiones que realizaba la Revolución para su desarrollo y su propia defensa. Solamente un mes después del ataque terrorista contra el vapor francés La Coubre, el señor Lester DeWitt Mallory, suscribió un memorándum secreto el 6 de abril de 1960, que sugería provocar hambre, enfermedades y sufrimiento al pueblo para derrocar así al gobierno cubano.

Muchísimas son las limitaciones, falta de medicamentos, violaciones a nuestros derechos, además de incluir a Cuba en la lista de patrocinadores del terrorismo. A pesar de este cerco imperial, de las tantas calumnias y de las precariedades materiales, somos un pueblo con una elevada cultura de la resistencia, innovador, trabajador y con un sentido de la hermandad y la solidaridad.

Nuestro proceso revolucionario no es perfecto, pero sí perfectible. Debemos luchar contra la desidia, el mal trabajo, la indiferencia. No es posible comulgar con la actitud de cierta gente que tiene en sus manos la solución del problema y se escuda tras el crimen del bloqueo.

Ahí, a la mano, está la experiencia histórica. Nacimos como pueblo en el filo de la navaja, en la frontera imperial recurrente en el ensayo, en la vecindad insaciable del águila. El pensamiento revolucionario reclama creación heroica. Fidel imaginaba el día del cese del bloqueo. “Lucharemos por ese día y esperaremos ese día”, dijo una vez. En el código del Comandante invicto, la clave pasa invariablemente por el combate.

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