José Antonio Huelga: el Héroe de Cartagena

0
3

El código del prodigio habitó sin falta el continente personal de José Antonio Huelga. Otra vez el ángel de las despedidas dispuso realizar bien las cosas desde muy temprano: apurar al elegido, concebir la obra pródiga y de portento en el alba, en la plenitud del sol, todo rápido, grande y luminoso, pero sin sombras. El candidato del cielo no tiene un sitio en la penumbra.

Desde un lugar sin tiempo trasciende la idea de que los favoritos de los dioses mueren jóvenes. Dejó números que conmueven, como aquel promedio de 1.48 carreras limpias por juego. Pero se fue demasiado pronto. Heredia, Amadeo, Caturla, partieron temprano, pero el muchacho de Tuinicú se difuminó en la infinitud casi en el mismo amanecer.

En el béisbol también está el milagro de Cuba: hacer identidad desde los signos que arriban por los caminos de la mar, como escribió el poeta. José Antonio Huelga se inscribe en ese mismo misterio que igualmente hizo cubana a la big band, que le confirió energía nueva al jazz, colores otros al rock. Cada ponche, cada scone, por la ruta numerosa del mundo, significaba un estallido indescriptible, entraña adentro de cada compatriota.

Dicen muchos que fue el más grande. El número 1 en la espalda resulta mucho simbolismo. Nadie se lo cuestionó en vida. Mucho menos después de muerto. Se vuelve a la estadística, tantas veces fría y caprichosa. En la fragua de orgullo y de alegría para los suyos, radica su auténtica grandeza. Como el hit de Curro Pérez en Quisqueya, el jonrón de Pedro Medina en Edmonton, los fuera de combate de Stevenson, la dupla de Juantorena en Montreal, la lucha fuera de serie de Mijaín, perdura hecho latido cubano cada triunfo de José Antonio Huelga.

Permanece inscrito en el testimonio. Ninguno de sus compañeros se desentiende de ese cuadro tan cubano, de la imagen siempre viva: rebelde, amigo, plenitud en el diamante, acreedor de todo el respeto posible.

Cualquier atleta tendría en esta existencia breve, un equilibrio ejemplar del talento, el valor, el ímpetu, la disciplina y la humildad.

El anecdotario registra frecuentemente aquel telegrama a la madre desde Colombia. Le recomendaba tranquilidad desde el optimismo: “el triunfo será nuestro –escribió—volveremos campeones”. Eran otros tiempos, y no solamente por el nivel de juego, en la era de los brazos de hierro. También por el estado de espíritu, por la calidad patriótica. Éramos una familia de millones, anudados en un abrazo enorme, congregados al amparo de una misma idea.

Y venció dos veces al otro gran equipo de la justa, sin amilanarse ante el pitcher rival, de la tanta aureola reconocida. Conocedor como nadie de epopeyas, Fidel lo denominó el Héroe de Cartagena. Cuba volvería a conmoverse aquel 4 de julio de 1974, en la muerte de José Antonio Huelga. Aún se siente la pesada carga de aquel silencio, el eco de un luto profundo, la razón de la lágrima tanta. Se iba entonces un pedazo de la gloria de la nación, que no se viviría nunca más.

Califiquenos

DEJA UNA RESPUESTA

Comentario
Nombre