El legado cultural e histórico de Fidel Castro Ruz

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Hablar de Fidel Castro Ruz es adentrarse en una dimensión histórica que trasciende lo político y alcanza la esencia misma de la identidad cubana.

Su pensamiento revolucionario no solo condujo a una transformación estructural del país, sino que situó a la cultura como pilar indispensable para la emancipación del pueblo. Fidel comprendió, con una claridad inusual, que sin cultura no hay libertad posible, y que solo un pueblo instruido podía ser verdaderamente soberano.

Desde los primeros años de la Revolución, su preocupación por el acceso universal a la educación, las artes y el pensamiento crítico se tradujo en la creación de un sólido sistema de instituciones culturales que aún hoy sostienen la vida espiritual del país. No lo hizo por estrategia, sino por convicción profunda: el arte debía ser, más que ornamento, escudo y espada de la nación.

Fidel fue un lector insaciable, un orador que usó la palabra con la precisión de un cirujano, y un político que entendió el poder de la poesía tanto como el de la ideología.

Su relación con los artistas e intelectuales cubanos no estuvo exenta de tensiones, pero siempre fue franca y sostenida sobre el principio de que la cultura debía servir al pueblo, no al mercado. Promovió la creación de espacios como la Casa de las Américas, el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y la Escuela Internacional de Cine, abriendo ventanas para que la voz de la isla se proyectara más allá de sus costas con dignidad y autenticidad.

Incluso en los momentos más difíciles, cuando el país enfrentaba crisis económicas o asedios externos, nunca se sacrificó la inversión en educación y cultura. Fidel apostó a la formación del pensamiento como trinchera de resistencia.

A su juicio, la defensa de la nación empezaba en el aula, en los libros, en los escenarios y en las ideas. En ello radica, quizás, la parte más duradera de su legado: la capacidad de haber sembrado conciencia en generaciones enteras, y haber construido una nación que, con todos sus desafíos, sigue pensando, creando y soñando desde una raíz profunda.

Recordar a Fidel desde la cultura no es solo rendir homenaje a un líder, sino reafirmar una vocación humanista que marcó una época. Su legado no se encierra en monumentos, sino que respira en cada expresión artística, en cada joven que estudia sin pagar, en cada comunidad que mantiene viva su memoria a través del arte y de la palabra.

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