El 12 de noviembre de 1959, fue el día de aceptar la realidad. Aún resuena la frase entera a Emilia y a Ramón, los padres de Camilo: “No perdamos la fe”. El género humano parece en ocasiones, hasta en lances no tan comprometidos, dispuesto a dar su propia existencia. Pero se resiste a que la fe se pierda, que se le fugue, o que se le muera. Fue una búsqueda descomunal. El país entero, con sus millones, pendiente de una traza en el cielo, de una estación en la tierra.
Aquella vez, como no volvió a ocurrir, se extendió toda la información recabada a lo largo de 15 días de creciente angustia. Nada faltó por exponer: la evaluación técnica de la avioneta CESSNA 310 número 53 de cinco plazas, la disponibilidad de combustible, la saga del piloto Luciano Fariñas, las condiciones meteorológicas. Y como ley perenne, los revolucionarios debieran de encarar entonces la calumnia.
El infundio de que Camilo fue asesinado por sus propios compañeros, constituye una ofensa atroz contra la propia familia del héroe desaparecido. Emilia, Ramón y el hermano Osmany, quedaron firmemente al lado del Comandante en Jefe. La lealtad de Camilo, se me ocurre congénita. Quienes hacen pacto con la mentira, están descalificando a esos seres prisioneros del dolor: los consideran gente de escasa inteligencia, o canallas que comulgan con el presunto culpable. El enemigo, hasta hoy, jamás ha respetado la indecible tristeza ante la pérdida del ser querido, y no tener siquiera el consuelo de recuperar sus restos.
La Editorial Capitán San Luis publicó en 2009 el libro ¿Voy bien Camilo?, una selección de textos y de fotografías a cargo de los investigadores Juan Carlos Rodríguez Cruz (ya fallecido) y Marilyn Rodríguez Pérez. Reúne un resumen de aquellos duros días en que unos 70 aviones civiles y militares, se unieron a la tarea de encontrar a Camilo. El volumen revela cómo discurrió: el mar surcado por numerosas embarcaciones. En tierra, todo el mundo movilizado.
Se concibió una búsqueda minuciosa, donde no quedara una sola porción de tierra, de mar, de aire sin escudriñar. Fue el objetivo de aquellas cuadrículas para organizarla, para no correr el riesgo de recorrer la misma ruta más de una vez, y que no se llegara a revisar algún palmo del archipiélago, un solo segmento de mar. No se desechó la más mínima pista, ni siquiera el dato de gente creyente, que aseguraba haber soñado algo.
El piloto Luciano Fariñas maniobró siempre avionetas, encargadas en su caso, a quehaceres agrícolas, a pequeñas cargas. No tenía experiencia en vuelos nocturnos. Acostumbraba a sortear las tormentas, bordeándolas todo lo posible. Incluso, se sabía de un incidente, que entonces no tuvo consecuencias mayores, cuando rehuyendo el mal tiempo fue a parar a Cayo Hueso.
Aquel 28 de octubre de 1959, concurrieron muchos factores adversos. La pequeña nave bimotor llevó al entonces capitán Senén Casas Regueiro hasta Santiago de Cuba. Por lo que parece, no repostó al llegar al aeropuerto de Camagüey. Algo de eso se dijo a la hora misma de partir, pero Camilo andaba con mucha premura.
El Jefe del Estado Mayor del Ejército Rebelde, hasta habría preguntado si con la cantidad de combustible con que contaba la avioneta se llegaba a La Habana. Y sí, en un vuelo normal, directo, claro que alcanzaba. El guerrillerismo juvenil pudo gravitar también. Tampoco existían en esa época ni el debido parte meteorológico como hoy lo conocemos, ni la efectiva y rápida comunicación radial.
En el Archivo Nacional se encuentra el mapa de esa fecha. Según el testimonio de pilotos de otras aeronaves de mayor calado, que surcaron ese día la ruta entre Camagüey y La Habana, confirman la existencia de un tiempo bastante malo, de tormentas entre Ciego de Ávila y Matanzas, un área demasiado grande para ser bordeada.
Las evidencias apuntan a que no le alcanzó el combustible para arribar a La Habana, ni para regresar al territorio nacional. Como dijo el académico cubano, el capitán Antonio Núñez Jiménez, aquel vuelo que partió a las 6:01 de la tarde de Camagüey el 28 de octubre de 1959, terminó definitivamente en el corazón de los cubanos.













