El autor de imposibles en Cinco Palmas

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Cinco Palmas concurre en la historia como el non plus ultra de la voluntad humana. Algo crístico había crecido como raíz en el espíritu de aquel continente personal que jamás se abate ni se rinde, a pesar de las durísimas pruebas. Alegría de Pío pudiera ser un cataclismo para otro, pero no para Fidel. Vivir al límite cada minuto resulta finalmente un ejercicio existencial.

Aquella noche del 18 de diciembre de 1956, una maquinaria de muerte parece pisarle los talones. El mismo día de su arresto tras los sucesos del Moncada tres años atrás, en el vivac de Santiago de Cuba, sereno y firme, encaró al jefe del regimiento enemigo, el coronel Alberto del Río Chaviano, con la decisión de un día volver al combate. Al fin y al cabo, había cumplido con su palabra.

Grandes obras nacen de las manos de quienes aprenden desde temprano a desafiar la muerte. No vaciló nunca ante el peligro del bonche universitario, ni al lanzarse al agua en la bahía de Nipe al fracasar la expedición antitrujillista de Cayo Confites, ni en las horas amargas de Bogotá en llamas por el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. En la penumbra de aquellos confines, con la Sierra Maestra casi al alcance de la mano, Fidel logra nuevamente el milagro de convertir reveses en victorias.

Por lo que parece, ambos hermanos se daban por muertos. Quizá por eso, Fidel recibe con cautela la noticia tremenda de que Raúl vive, de que muy cerca una familia campesina lo protege. Podía ser, por supuesto, una trampa. Y consigna en un papel varias preguntas que solo la identidad de la misma sangre podría responder.

Y se acuerda el reencuentro entre las cañas, como ratificando el valor constitutivo del azúcar. ¿Cómo sustraerse de ese hermoso simbolismo de un grito de libertad, que acontece en un ingenio, donde el tañido de la campana curó heridas de siglos, anudó abrazos y constituyó una familia?

El Apóstol de Cuba recordaba que las palmas son novias que esperan. Al amparo de la bruma, iba a remedarse ese abrazo, donde una palma emerge como los dedos de una mano en magnífico mensaje de la tierra. Por eso le dicen al sitio Cinco Palmas, el signo al cual la Numerología le confiere audacia, rebeldía y la libertad.

El episodio es bastante conocido. En la emoción misma de volverse a ver, estaba el recuento indispensable de las armas. Es ya famosa la frase de Fidel sobre la cantidad de fusiles: “Cinco, más dos que tengo yo, siete. ¡Ahora sí ganamos la guerra!” ¿Otra curiosidad numerológica? Son siete las lunas, y también los colores, los mares y los pecados capitales. ¿Quién podría descifrar los límites de la realidad y la leyenda, de la epopeya y del misterio?

Ahora que físicamente no está, los enemigos de siempre no saben ya qué inventarle: que no concurrió a la acción del Moncada, que eludía la contingencia de la guerrilla, que eliminaba a sus compañeros de ruta. Sobrevivió a centenares de emboscadas y asechanzas que le tendieron. Y, como jamás comulgó con la ejecución extrajudicial, la Revolución nunca devolvió el golpe, aunque tuviera la capacidad operacional para cazarlos a todos sin tanto esfuerzo.

La decisión de encarar el riesgo más grande y la fe profunda en la victoria, definen el cuadro de aquel 18 de diciembre de 1956 en Cinco Palmas. Muchas veces, la mejor explicación nos llega del sitio menos esperado. En abril de 1961, aconteció un putsch militar en Argelia contra Charles de Gaulle. Un alto oficial francés, ex comandante de la OTAN en Europa central, Maurice Challe, amenazaba al general-presidente con un desembarco aerotransportado contra París. Desde el norte de África, se prometía barrer a sangre y fuego al Hombre de la Quinta República. Y cuentan que dijo: “Si fuera Fidel Castro ya estuviera aquí, pero Challe no”.

Cinco Palmas radica el concepto de la guerra asimétrica, pero sobre todo el encanto de un autor de imposibles: siete fusiles contra un ejército de decenas de miles de soldados, con aviación, tanques y artillería, y el apoyo logístico, financiero y político de la potencia más poderosa de la tierra.

Esa vez quedó zanjado para siempre el dilema de quien sueña cambiar para bien al mundo: la suerte del revolucionario, su destino verdadero, el contenido proteico de la Utopía.

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