En el seno del hogar, donde debería reinar la armonía, el respeto y la solidaridad, persisten en algunos hogares, realidades dolorosas que atentan contra la dignidad y los derechos de las personas.
La discriminación y la violencia en el ámbito familiar constituyen problemáticas profundas que deben ser reconocidas, visibilizadas y erradicadas.
La discriminación dentro de la familia se manifiesta a través de acciones u omisiones que buscan o resultan en excluir, marginar o limitar a sus miembros por motivos como el sexo, el género, la orientación sexual, la identidad de género, la edad, el origen étnico, el color de la piel, las creencias religiosas, la discapacidad, el lugar de origen o cualquier otra condición personal.
Estas conductas atentan contra la igualdad y la dignidad humana, socavando las bases del respeto mutuo que debería prevalecer en la convivencia familiar.
La violencia en el entorno familiar es una expresión de relaciones jerárquicas desiguales que, lejos de fomentar el cuidado y la cooperación, tienden a destruir a las personas y romper la convivencia.
Las principales víctimas suelen ser mujeres, niñas, niños, adolescentes, personas adultas mayores y personas con discapacidad.
Esta violencia puede ser verbal, física, psíquica, moral, sexual, económica o patrimonial, e incluso manifestarse a través de la negligencia, la desatención y el abandono, tanto por acción como por omisión.
Se presenta en cualquier forma de relación familiar o afectiva, ya sea entre parientes, parejas actuales o pasadas, o personas que comparten la convivencia, sin importar el vínculo legal o sanguíneo.
Reconocer estas formas de violencia y discriminación es el primer paso para construir hogares más seguros, equitativos y humanos. La familia debe ser un espacio de cuidado y apoyo mutuo, nunca un lugar donde se vulneren derechos fundamentales.