Camagüey, Cuba, 3 dic (Prensa Latina) La ciudad natal de Carlos J. Finlay, descubridor del mosquito transmisor de la fiebre amarilla, centra hoy los homenajes nacionales a su legado, en el Día de la Medicina Latinoamericana.
Este 3 de diciembre, Cuba vuelve su mirada hacia la figura del doctor Carlos J. Finlay, oriundo de Camagüey, uno de los científicos más trascendentales de la historia latinoamericana. Sus rigurosas investigaciones, presentadas en una conferencia en Filadelfia en 1888, identificaron al Aedes aegypti como el vector de la fiebre amarilla.
Su hallazgo, piedra angular para el control de enfermedades epidémicas, no fue reconocido de inmediato por la comunidad científica internacional de la época. Sin embargo, la persistencia de la verdad terminó por imponerse, salvando posteriormente millones de vidas en todo el mundo.
En su ciudad natal, el tributo adquiere un significado especial. La Universidad de Ciencias Médicas «Carlos J. Finlay», fundada por iniciativa del líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro, es epicentro de la conmemoración.
La jornada no es solo un acto de remembranza histórica, sino un reafirmación del camino de la ciencia como pilar del desarrollo de la nación caribeña. Se exalta el método, la dedicación y el impacto social de la obra de Finlay.
Autoridades académicas, profesores y estudiantes se reúnen para reflexionar sobre la vigencia de su ejemplo. La efeméride subraya el compromiso de Cuba con la investigación científica y la medicina preventiva, principios inherentes al sistema de salud pública de la nación antillana.
Este homenaje cobra particular relevancia en el contexto sanitario actual. Cuba, como otros países de la región, enfrenta desafíos epidémicos transmitidos por vectores, como el virus del Chikungunya.
Dicha enfermedad es propagada precisamente por el Aedes aegypti, el mismo mosquito cuyo rol epidemiológico fue develado por Finlay hace más de un siglo, demostrando la permanente actualidad de su trabajo.
La celebración vincula pasado, presente y futuro. Honra al genio, reconoce la tradición científica nacional y enfatiza la necesidad de continuar investigando para proteger a las poblaciones.
El legado de Finlay trasciende fronteras, siendo hoy un símbolo del aporte de América Latina al conocimiento médico universal. Cuba lo celebra como hijo ilustre y faro permanente.













