Padre no es cualquiera

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Resulta archiconocida la frase “Madre es una sola, padre es cualquiera”. Y no hay nada más alejado de la realidad, que esa expresión.

La figura del padre ha evolucionado significativamente. En épocas antiquísimas, representaba la autoridad. Con el paso del tiempo se ha involucrado emocionalmente en la educación de los hijos; por tanto, madre y padre, comparten las responsabilidades y participan en el desarrollo integral de la familia que ambos construyeron.

Se ha demostrado que cuando el padre asume una conducta activa y positivamente, favorece el progreso emocional, social y académico de los niños, lo que indica que la figura paterna no solo garantiza las necesidades materiales, sino también afectivas.

Tanto para hembras como para varones, la figura paterna es indispensable. Es protección, amparo, el modelo a imitar, el amigo, el caudal de valores, la garantía del amor.

El padre proporciona seguridad y favorece la confianza en sí mismos; por tanto, su ausencia, afecta el avance cognitivo y social de los hijos a lo largo de su vida.

Aún encontramos múltiples casos de padres ausentes. Algunos al asumir el divorcio con la madre de sus hijos, terminan separándose definitivamente de los pequeños. En este caso vale el proverbio: “dos elefantes pelean y quien sufre es el césped”. Y realmente no debería ser así.

Como apunta la poesía, la tierna raíz de la familia necesitará hasta el final de sus días, de la figura paterna; de su fuerte abrazo; del beso que enardece las mañanas e impulsa a enfrentar obstáculos; de la voz grave que aconseja y regala frases de amor que fortalecen la autoestima.

La célula de la sociedad, a pesar de los pesares, aún construye, crea, ama. Padre no puede ser cualquiera.

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