Una tradición que estremece el alma.

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Descubrir que los amigos y seres queridos se acuerdan de ti es verdaderamente gratificante, especialmente en la fecha del cumpleaños.

Hace poco nos reunimos un grupo para realizar una serenata a una amiga que cumplía años, que por añadidura, fueron los 50. Importante fecha, pues no todos los días se cumple medio siglo.  Y fue para ella tan especial que lloraba de alegría. Para nosotros también resultó hermoso, reunirnos a media noche y abrazar a Carmita, esa compañera que siempre nos regaló su cariño y amistad sin pedir nada a cambio.

Los vecinos, al otro día, comentaban el acontecimiento como algo que ya no se hace y que, sin embargo, los jóvenes de estos tiempos pudieran incluir dentro de sus actividades. Y aunque no hubo canciones con guitarras bajo la luna, la algarabía que formamos con el equipo de música despertó de inmediato a la cumpleañera y a todos los de la casa.

Por ser un acto tan antiguo parece que ya se ha olvidado. La serenata tiene su origen en el siglo IXX; la palabra serenata procede del latín serenare, que se refiere a un canto a la hora del sereno y que se puede llevar desde que se oculta el sol hasta antes del amanecer y se acompaña con trío, mariachi o con guitarra.

Con el transcurso de los años y la aparición de nuevos trovadores, proliferó la serenata. En los barrios vibraron las cuerdas a media noche, junto a una ventana modesta, haciendo despertar a todo el vecindario, en medio de sus arpegios y acordes, o de algún amigo acompañante. 

Estas serenatas de barrio tenían un algo particular, distinto, brindadas en familias de abolengo. Sucedía que, en el barrio se conocía, por ejemplo, el “santo” de fulanita, Caridad, Mercedes, María. Estaban dirigidas por el galán enamorado -que bien podía ser uno de los trovadores- o el novio oficial, o simplemente, un amigo. Lo cierto es que se organizaba con anticipación o se improvisaba a última hora.

Terminada la canción, la homenajeada asomaba su rostro por la ventana y daba las gracias, a la vez que invitaba a pasar. Ya dentro se sucedían los boleros; venían algunos brindis para ambientar y continuaban las canciones y boleros; a veces se estrenaba la obra de uno de los trovadores y los aplausos de la familia agasajada resultaba ser el mejor visto bueno para el autor.

Ciertamente las serenatas no requieren de muchos recursos, son económicas y fáciles de realizar, por lo que rescatar esta tradición es importante para que los lajeros de esta época la incorporen a sus iniciativas, como una actividad sana y de recreación.

 

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