Un prolífico poeta

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La figura más representativa de la décima en Cuba, el Indio Naborí,  nació el 30 de septiembre de 1922, en las afueras de la Ciudad de La Habana, en una casita pobre  del habanero San Miguel del Padrón.

La vocación poética, manifiesta de forma temprana, no podía ser otra que la décima, folclorizada en el canto de los labradores criollos. Su formación lírica no provenía de la espinela, sino de la vasta poesía española, pues era el bardo cubano un gran conocedor de la excelente costumbre poética de Hispanoamérica.

Se deslumbró por la lectura de la poesía, así como de los ensayos y técnicas de esa vertiente literaria. Esta práctica lo trasladó a la ganancia de la espinela, convertida en un signo de nuestra identidad nacional.

A través de esas composiciones, su poética se brindaba en tres vertientes: campesina, social y autobiográfica, la cual le propició múltiples reconocimientos. El cantó a todo lo que sus ojos no podían atrapar, porque fue ciego de pupila y vidente de espíritu.

Con el Indio Naborí, como reconoció Cuba entera a Jesús Orta Ruiz, surgió el poeta que propició el vínculo entre lo culto y lo popular, el ineludible puente que viniera a dejar muy claro que la tradición de la décima cubana es una sola.

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