Mariano: el canto de la mañana

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Mayo recuerda ahora los 30 años de la despedida de Mariano Rodríguez. La Casa de las Américas difumina el tributo desde la promoción virtual de su obra. En ella se sabehay demasiados registros vitales del hombre, y capítulos indispensables de la historia y de la cultura misma de su pueblo.

No puede conjugarse en tiempo de muerte aquella existencia literalmente anunciada en el pintar y en el vivir. Desde el principio, el artista se inventó su proyecto de vida en la más pura perennidad. El pintar ocupa a la raza humana desde sus albores. El vivir lo escribió el Maestrono es más que un deber de hacerle bien al mundo.

El crear y el saber transitar por el tiempo, confirman la trascendencia de Mariano. Canarias, México, Nueva York, la India, fueron estaciones que dejaron huellas en la obra, en el destello de una quimera, en el trazo inequívoco del expresionismo abstracto, y en la interesante anunciación de la postmodernidad, que probablemente se halla en la indefinición sexual de cuerpos humanos.

La obra iniciada por Haydee Santamaría en abril de 1959, fue continuada por él con el mismo entusiasmo, con la idéntica devoción de la heroína. En todo caso, constituyó el entrañable tributo a la fundadora. Alguien dijo que la Casa de las Américas es un estado de alma. En cada nueva empresa, habría suficiente inspiración espiritual del creador.

Se habla una y otra vez de la libertad cromática en la obra de Mariano. El muralismo mexicano, por ejemplo, parece un deslumbramiento. Es muy difícil desentenderse de esa propuesta que se multiplica en los grandes espacios, que comparte y dialoga con la gente. Resulta muy posible que la crítica lo inscriba en la admiración al legado trascendente de Rivera, de Orozco y de Siqueiros.

Pero siempre habrá que volver a sus gallos célebres. En algún lugar afirmó que cuando quiero introducir algún cambio en lo que a línea de creación se refiere, pinto un gallo. En su catálogo se halla buena profusión de temas, pero aquel será su signo perpetuo, el que lo identifica, el que le dará renombre.

Era un revolucionario en el sentido cabal del término: la serie Las Masas, radica un compromiso, un sentido de vida, la percepción necesariamente sensible del creador ante un pueblo en movimiento. Y hasta en el exponer el arrojo de un país, que las más duras pruebas jamás logran agotar, los gallos no dejan de anunciar el valor de su estatura.

En ellos encontró tal vez una manera de atrapar los mejores instantes del día. (El propio Martí escribió que el día que empiece a brillar, brillará cerca del Sol.) Lo más recomendable entonces será pintar al monarca de la aurora para conquistar toda la lumbre del mundo.

Resulta verdad repetida que Mariano dejó una clave de energía en sus gallos, que hasta supo con ellos transponernos en obra plástica la promesa de cada amanecer. Cada pieza trasuda cubanidad, para que millones de hermanos nos reencontremos, preferentemente juntos, en esta fiesta innombrable de la que habló Lezama. Y no se fue en aquel mayo de 1990, como insisten las bitácoras. Sencillamente se sembró en la primavera, para florecer en el canto de la mañana.

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