Fidel, su impronta en la salud pública

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La huella del ciclón Flora era todavía herida reciente en la piel de la nación. La apertura del Hospital General Docente “Vladimir Ilich Lenin” en Holguín la noche del siete de noviembre de 1965 supuso un acto de profundo simbolismo, inscrito en el proyecto de Revolución del Comandante en Jefe.

El problema de la salud aparece literalmente mencionado en La historia me absolverá, como uno de “los seis puntos a cuya solución se hubieran encaminado resueltamente nuestros esfuerzos, junto con la conquista de las libertades públicas y la democracia política”. Y se convirtió en tarea indispensable en el Programa del Moncada.

En ese campo, tendría la Revolución triunfante un gran desafío. El vecino poderoso hizo hasta lo imposible por privar al país de los servicios elementales de salud. Al menos la mitad de los seis mil médicos emigraron. Jamás ha dejado de promover la deserción.

En el famoso alegato de autodefensa de Fidel, se establecía como principio que aquel no era un movimiento para “dar”, sino más bien un reclamo para luchar y para hacer. Y del talento popular históricamente preterido surgieron nuevos médicos. Y de aquellas manos definitivamente libres, nacieron policlínicos y hospitales.

Parecen resonar aún aquellas palabras del líder de la Revolución aquella noche en Holguín: “No venimos a decir aquí que hemos dado nada, venimos a mostrar lo que hemos hecho, lo que ha hecho el pueblo, lo que puede hacer el pueblo y lo que en el futuro podrá hacer este pueblo”. Late así, hecha coherencia creadora, la idea que animaba al hombre en su batalla legal por los sucesos del 26 de julio de 1953.

Aquel siete de noviembre de 1965, el Comandante en Jefe calificó al Hospital General Docente “Vladimir Ilich Lenin” de “hermoso acto de internacionalismo proletario”, y agradeció la “generosa cooperación de la Unión Soviética, que donó el equipo para el hospital”. Desde su palabra, se erige el compromiso del personal cubano de la salud con otros pueblos del planeta.

“Porque nuestras fronteras –repetimos—no están en el campo de la geografía, ¡nuestras fronteras están en el campo de las ideas!”, expresó entonces. La colaboración cubana se difumina por todas partes, venciendo los cuantos de sabotaje y de calumnia del gobierno de Estados Unidos y sus alabarderos.

En la guerra de estereotipos que se nos hace, quienes prestan sus servicios en el exterior son calificados como esclavos. La maquinaria difamatoria en las redes, asegura que la desidia y el infanticidio son el verdadero rostro del sistema cubano de salud.

Habría que recordar las palabras del director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el doctor Tedros Adharom Ghebreyesus: “No puedo más que agradecerle a Cuba por el sistema de salud que tiene, que lo hace situarse entre los mejores del mundo”. Como le dijo a Fidel un humilde sudamericano, en Cuba sí hay monumentos dedicados al Comandante: los hospitales, las escuelas, cada obra levantada al servicio del pueblo.

La colaboración cubana contra el ébola en África en 2014 fue el resultado de la empresa profesional y humanística de Fidel. Y para vergüenza del imperio, el Contingente “Henry Reeve” trascendió en utilidad y abrazo fraterno por el mundo.

Desde el Maestro asumimos que la verdadera medicina no es la que cura, sino la que precave. En su inolvidable discurso en el amanecer del Hospital General Docente “Vladimir Ilich Lenin” el siete de noviembre de 1965, el Comandante en Jefe reiteró aquella idea que tal parece una utopía: “Y deseamos que cada vez sean menos los que tengan que venir a los hospitales porque la medicina preventiva le gane la batalla a la medicina curativa”.

 

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