Busco entre las páginas de este libro y se abre ante mis ojos un sendero de recuerdos y añoranzas. Hurgo en la memoria, en las vivencias acumuladas por sus protagonistas y encuentro a alguien muy especial.
El tiempo deja huellas en su rostro y sus manos de hombre noble descubren cada día el amanecer, en busca del amor y la esperanza.
Muchos agradecen sus desvelos por alcanzar el fin añorado. Muchos descubren en su persona, la experiencia necesaria para enfrentar la vida y amenazar la enfermedad desde sus cimientos.
Una palabra, un gesto y una sonrisa, bastan para encaminarnos por la senda del conocimiento y la entrega impostergable al prójimo.
Descubro entre las páginas de este libro, a un ser humano especial. Revivo pasajes relevantes de su vida, que lo convierten en amigo de amigos, hombre entre hombres y maestro de maestros.
La sabiduría que lo acompaña en su andar se funde a la ternura que desprenden sus ojos y lo distinguen entre todos sus colegas.
Encuentro las huellas que deja en el camino de la investigación como innovador en la medicina cubana. Nombres como Gastricel, permanecen junto al suyo en las memorias de este libro. Muchos se benefician hoy con este medicamento probado en humanos, gracias a su esfuerzo.
Recoge esta historia sus premios y reconocimientos, su labor como Secretario de la Sociedad Cubana de Gastroenterología y el papel desempeñado en la formación de numerosos profesionales.
Busco entre estas páginas y aparece su nombre en letras mayúsculas: Doctor Manuel Paniagua, un cubano de estos tiempos que desafía obstáculos por ver el amanecer y sonreírle a la vida.
Y sigo buscando entre estas páginas; quiero llenarme de su amor y entrega incansables, quiero conocer su eterna impronta en la historia de la Medicina cubana.
Medio siglo resulta poco para la entrega diaria a sus pacientes. Medio siglo de lucha contra la muerte, no es suficiente para quien merece el mayor de los abrazos.
