Comienzo de la batalla de Playa Girón

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La agresión mercenaria del 17 de abril de 1961 en Bahía de Cochinos confirmaba la predicción del Comandante en Jefe Fidel Castro en el sepelio de los caídos durante el cobarde ataque sorpresivo a los aeropuertos cubanos el 15 abril. En su discurso de aquel día el líder había dejado bien clara la convicción de que aquellos bombardeos preludiaban una inminente agresión por cualquier parte del territorio nacional.

Todo el programa respondía a la denominada Operación Pluto, aprobada desde el año anterior por el presidente Eisenhower para que la Agencia de Central de inteligencia de los Estados Unidos organizara un ejército de exiliados que sería entrenado y equipado en Guatemala y que estaría a la espera de una justificación propicia para lanzarse al ataque.

La operación Pluto tuvo una larga historia de guerra psicológica, sabotajes y asesinatos para amedrentar a la población cubana y a sus fuerzas defensoras con el fin de facilitar los propósitos finales de derrocar a la Revolución Cubana.

El ataque a los aeropuertos cubanos el 15 de abril dejaba claro que subía el nivel de agresiones y que la necesidad de barrer con el estilo de gobierno que se proponía en la isla se hacía cada vez más apremiante.

Desde la primera hora en la madrugada del 17 de abril comenzó el desembarco de las tropas mercenarias que venían en barcazas salidas de los buques de guerra norteamericanos. Train la misión de tomar una cabeza de playa, establecer un gobierno provisional y pedir ayuda externa a los amos del norte.

Sin embargo, la realidad mostró a los invasores que su incursión no tendría nada de placentera. Desde Playa larga llegó el mensaje del miliciano José Ramón González quien comunicó que se observaban luces y movimientos sospechosos en el mar.

Ante tal inminencia fue enviado a la zona el Batallón 339 de Cienfuegos, el cual entró en combate contra la Compañía E de los mercenarios rentados por el imperio.

Como Cuba estaba en pie de lucha, hacia Girón y Playa Larga se enviaron todas las fuerzas suficientes para no dar tregua al enemigo e impedir que lograran apoderarse y sostener un pedazo de tierra firme. Pero a la vez se mantenía el imperativo de mantener la vigilancia en toda la nación para no caer en la trampa clásica de desatender otros puntos vulnerables.

La lucha fue sangrienta y sin descanso. Durante las 66 horas que duró la batalla ininterrumpida se escribieron páginas heroicas y se hicieron proezas sorprendentes para un ejército que por primera vez combatía en tales circunstancias bajo aquel bautismo de fuego mercenario.

Decisiva fue la presencia de Fidel y su táctica de combate junto a  la dirección de la Revolución y la unidad del pueblo, algo inesperado para los invasores que vieron desde el primer momento que la realidad no tenía nada que ver con la historia contada por sus entrenadores y que las letras del Himno Nacional y la Consigna de Patria o Muerte no eran palabras vacías.

Los 1500 integrantes de la Brigada 2506 entrenada y equipada para tales operaciones de desembarco ni el apoyo aéreo con aviones camuflados con las mismas insignias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, ni los tanques que lograron desembarcar lograron detener el empuje de las tropas cubanas y desde el mismo 17 de abril los mercenarios estaban claros de que habían sido objetos de un engaño.      

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